La lluvia es uno de los mejores aliados contra la contaminación atmosférica de las ciudades asolagadas por gases procedentes de industrias y vehículos en funcionamiento.

La lluvia actúa empujando las partículas contaminantes en suspensión, esas causantes de la 'boina' de contaminación, hacia el suelo, convirtiéndose, así, en una de las soluciones más esperanzadoras cuando el ambiente atmosférico de las ciudades está sumamente cargado.