Según los investigadores, los niños y niñas, debido a su menor tamaño, a su avidez por explorar y su hábito de llevarlo todo a la boca, tienen más probabilidades de entrar en contacto directo con los residuos de plaguicidas presentes en medio ambiente. Además, fisiológicamente hablando, añaden, suenen ser más susceptibles a los efectos tóxicos de los plaguicidas debido a su etapa inmadura en el desarrollo neurológico.
De ahí que dados todos los pasos previos de este estudio la última fase de la investigación consistirá en controlar será controlar como evolucionan el perfil y el grado de contaminación por contaminantes químicos orgánicos en los niños que se están sometiendo a este estudio de investigación del campus de Ourense. El seguimiento se hará durante los dos primeros años de vida, fruto de la herencia recibida de la madre, de sus hábitos alimentarios y del entorno en la que se desarrollan.
