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J. Díaz, 20 años después

Seguidores del artista intentan rendirle el segundo homenaje, con una exposición para que Ourense pueda reencontrase con su obra

Acrílico y polvo de mármol sobre tablero. // Jesús Regal

J. Díaz nació en O Xardín do Posío, en la rúa Progreso, donde sus padres tenían el comercio de "Muebles el Jardín", además de contar con una fábrica propia en el barrio de O Vinteún. Realizó estudios de pintura en Artes y Oficios. Posteriormente, ya en la capital de España, en 1974 se hizo copista del Museo del Prado. En 1977 regresó con su mujer Berta a Ourense, donde se hizo cargo del negocio de su padre, media jornada al día.

En 1982 se marchó para Venezuela, a donde se desplazaron dos años más tarde su mujer y su hija. Durante el período americano, de diez años, J. Díaz hizo exposiciones en la embajada de España de Caracas y en otras salas de arte, donde vendió "mucha obra" para Portugal.

J. Díaz era un pintor inconformista, que necesitaba estar investigando continuamente. Marchó para Venezuela porque "necesitaba luz" para su pintura. Pero abandonó el país una década más tarde, cuando comenzaron las revueltas, al pensar que posiblemente no fuera el mejor lugar para que viviera su hija, que tenía 14 años de edad.

El Concello de Ourense compró obra de J. Díaz, con motivo del homenaje que organizaron Café Isaac y la galería Visol, del 13 al 20 de diciembre de 1996, poco después de su muerte. Permanece enterrado en el cementerio de Vilar de Vacas (Cartelle), el pueblo de su mujer.

J. Díaz sentía gran admiración por Vidal Souto, del que era muy amigo, después de haber coincidido con él durante la etapa de Madrid. También mantenía una magnífica relación con Carlos Vello, Xaime Quessada, Alexandro y Zapata.

Con motivo del homenaje realizado en 1996, Manuel Catoira destacaba en el catálogo que "en cada cadro, en cada trazo saído do seu pincel aparece, agroma, a súa incuberta vontade, e a miúdo o ollo do suxeto que observa encontra a súa propia sombra, e pola porta estreita da memoria chaga ata nós a voz forte e maila risa lixeira do amigo Jota Díaz que con humor vai pintando nas follas voandeiras dun ceo que amosa unha gran faciana surrealista".

José Corral Díaz destacaba que "como buen estudioso de las vanguardias plásticas al uso y paso de sus ismos, últimamente intenta desmarcarse de tendencias anteriores, por donde dibujando sueltamente sus estudiadas geometrizaciones de cadencias cubistas (a su manera de ver y sentir) de definidas coloraciones, va recreando sus intimistas composiciones, de variada temática y cálidos mensajes de perfiles y ritmos acusados, claramente expresados, limpiamente plasmados".

Segundo Alvarado apuntaba: "A penas nacido el otoño, que es el tiempo de la cerámica de la muerte, se nos ha muerto en esta ciudad José Díaz Cid, el pintor que llevaba por nombre artístico Jota Díaz". Y agregaba: "Ahora no es cosa ya de enjuiciar su obra, aún cuando la que queda de su tarea podría ser objeto de especial atención; pero sí es cosa de apelar a su vida, una vida que, en medio de contradictorios derroteros, tuvo una definición singular: la de su dedicación a la pintura".

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