-¿Su madre, Celia, y su padre, Ángel, le atribuían algunos milagros a la Virgen del Monte Medo?

-Sí, efectivamente. A mí me gusta hablar de María, como la mujer cercana y por lo tanto como la mujer a la que acudimos en todo momento, no solo para pedir, sino también para dar gracias. Yo sé que mi madre, en momento difíciles, también míos, de cuando era muy niño, pues acudió a la Virgen, y de ella recibió los favores que pedía. Entonces desde ese momento intentamos en la familia honrarla, venerarla y darle gracias por todo lo que ha hecho y por todo lo que sigue haciendo.

-¿Qué idea le han transmitido sus padres sobre la Virgen de los Milagros?

-Una imagen muy cercana, la Virgen como madre, a la cual hay que acudir para pedir la intercesión del hijo. Como una persona que está siempre al lado de los más necesitados. La Virgen para mí, desde muy niño, es ante todo la madre. Me han transmitido la imagen de la Virgen como modelo de virtudes humanas, por supuesto de virtudes cristianas, una mujer de una gran fe. Desde niño yo he mamado una profunda devoción por la Virgen. Mi madre era muy devota a la Virgen, en diversas advocaciones. Está la Virgen Milagrosa, la Virgen de los Dolores, de la que ha llevado una imagen para la parroquia, antes de morir, por eso la veneramos en Lodoselo con mucha devoción. Pero es siempre la Virgen, que hoy he presentado en la homilía como una mujer de servicio, una mujer alegre, mujer caritativa, mujer de fe. En María, la Virgen, encontramos siempre eso, una madre y un modelo de vida cristiana.

-La novena de los Milagros constituye un fenómeno de masas, a pesar de que no ha realizado concesiones.

-Para escuchar una buena orquesta, hay muchos sitios en Galicia. A los Milagros se viene, fundamentalmente, como peregrinos. Se viene a rezar. Cada uno lo hace desde su propia formación. Es un santuario de profunda religiosidad popular.