“No han hecho nada”, la frase que con más vehemencia se ha repetido desde la noche del 1-M, sobre todo desde los autocríticos sectores de izquierdas, tuvo un denodado acento autodestructivo con la gestión sanitaria del bipartito, que desembarcó hace ahora cuatro años en el Complejo Hospitalario de Ourense, en el que se encontró con un agujero económico de 24 millones de euros.

El CHOU será devuelto ahora al mismo partido que durante 16 años había llevado las riendas del complejo, pero con esa deuda, de la que la conselleira saliente apenas ha querido saber por “higiene democrática”, totalmente saneada y un equipamiento millonario. Entre la nueva tecnología se incluye una unidad de hemodinámica para atención inmediata a pacientes con dolencias cardiacas, y sobre todo un equipo de radioterapia, en el que se invirtieron 4,3 millones de euros y que evitará a cientos de pacientes ourensanos, como ha ocurrido en los últimos veinte años, que tengan que compaginar el desgaste emocional y físico que supone un cáncer con el viaje diario para sometidos a radioterapia en un hospital vigués.

Fuentes del CHOU explican que los aciertos o errores se han conseguido en estos cuatro años, pese a la imparable sucesión de huelgas médicas y sanitarias para reclamar derechos laborales que no habían exigido hasta entonces y cuyas pancartas reivindicativas eran sostenidas por los mismos médicos que habían sido gestores sanitarios durante la etapa del Partido Popular.

El bipartito recibió una herencia envenenada y deja al gobierno entrante, además de unas cuentas promesas incumplidas, otro regalo envenenado, unas listas de espera rebajadas hasta la extenuación con las que, a modo de lance goyesco, retan al nuevo gobierno a mejorar, si puede, los resultados. Mal toro para lidiar el sanitario pues nunca obtiene el favor del público, pero sería innoble negarle valor torero tanto a los que ahora se van como a los que en breve tomarán la alternativa.