Como en el caso de muchos jóvenes de su quinta, para Fernando Pires la moto fue su primer vehículo de transporte. Su Gimson Polaris formó parte indiscutible de sus años mozos. Cuenta que en sus momentos de ocio, en su ciclomotor llevaba habitualmente, de paquete, "a algún amigo o alguna novia, dependiendo". Hubo una época que era tal el ajetreo del transporte que llegó un día en que "la rueda de atrás terminó por torcerse con el peso y hubo que cambiarla por otra nueva", la propia del modelo.

Con el paso de los años, ese ritmo frenético de la juventud se fue reduciendo y ahora los paseos del ciclomotor se limitan a los que su propietario realiza, en ocasiones, para ir a tomar un café, subiéndose a su lomo para mantenerlo en uso y que no caiga en el olvido mientras no aparece un nuevo dueño.