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Dezanos sobresalientes (XLV)

El gaitero de la emigración

Manuel Dopazo Gontade consiguió vivir de la gaita en Argentina, adonde emigró a principios del siglo XX desde su Manduas natal

Manuel Dopazo Gontade (arriba, izquierda), con su grupo de gaiteros.

Manuel Dopazo Gontade nació el 10 de mayo de 1883, en la parroquia de San Tirso de Manduas, municipio de Silleda, era hijo de dos labradores, Francisco Dopazo y Dolores Gontade. Desde muy pequeño, con 7 u 8 años, aprendió a tocar la gaita, de la mano de un vecino y también de su padre que le enseñó una muiñeira muy antigua. En 1892, con tan solo 10 años de edad, se presentó por primera vez a un concurso de gaitas en Santiago de Compostela, acompañando a un vecino, obteniendo un premio honorífico de 50 pesetas y de nuevo dos años más tarde, en 1894, se volvió a presentar y obtuvo el primer premio.

En 1902, cuando tenía 19 años, el cura de su parroquia le avisa de que va a ir la Guardia Civil a reclutarlo para el ejército, motivo que le llevó a emigrar a Buenos Aires, acompañado de su novia Margarita Perfecta Collado, vecina de A Bandeira (Silleda). Ambos parten como polizones. Al llegar a Buenos Aires alquilaron una habitación en un hotel de la céntrica calle Tucuarí y Manuel comenzó a trabajar como friegaplatos. A los pocos días conoció a un representante musical que lo contrató para tocar por el interior del país argentino y desde entonces comenzó a dedicarse por entero a la gaita. El representante tuvo que adelantarle dinero para comprar la gaita y ropa con la que poder actuar. Su relación duró poco, ya que se dio cuenta de que él solo podía conseguir las actuaciones y así mejorar considerablemente sus ingresos. Comenzó a promocionarse enviando cartas a instituciones españolas presentándose como: "Gaitero recién llegado de Galicia ofrece sus servicios".

En 1906 se casó con Margarita, con la que tuvo once hijos, y se fueron a vivir a una casa del barrio de Barracas, en la calle Ituzaingó, 751, y pasado un tiempo a una casa en Uspallata, 839, en el mismo barrio, domicilio en el que residió hasta su muerte.

Su carrera musical estuvo marcada por el éxito y la fama, debido al gran virtuosismo con que tocaba la gaita. Los que lo conocieron afirmaban que tenía muy buena afinación, que requintaba y picaba las notas de una manera muy particular, además de cantar y tocar al mismo tiempo, arte que pocos gaiteros sabían desenvolver. Tocó como solista, acompañándose por sus numerosos hijos y desde los años cuarenta, también acompañado por su conjunto, Los Gaiteros de Villaverde, brillante agrupación que durante casi medio siglo fue aplaudida por las colonias gallegas de Argentina, Uruguay y Brasil.

Dopazo fue requerido para tocar y acompañar a los mejores coros de la época, como Agarimos, Los Rumorosos del Centro de Betanzos o la Coral del Centro Gallego; tocó también en gran número de entidades gallegas, asturianas y españolas -Centro Gallego, Sociedad Pro-Escuela de Bandeira, Sociedad Mondoñedo y Distritos, Los Alegres Galaico-Argentinos, Hijos del Partido Judicial de la Cañiza, Asociación de Chantada y su Partido, Sociedad Oza de los Ríos, etc.-, así como en importantes entidades porteñas como la Casa Suiza, la Federación de Empleados de Comercio, La Argentina o los teatros Maravillas, Avenida, Mayo o Colón. En todos los lugares donde actuaba e incluso en las emisoras de radio, era presentado de la siguiente manera: "Señores, con ustedes, el más grande gaitero de América".

Manuel Dopazo grabó numerosos discos y actuó en dos películas con su grupo de gaitas, interviniendo en escenas festivas y en breves pasajes de sus bandas sonoras: Cándida, dirigida por Luis Bayón Herrera en 1939, con la participación de la actriz Niní Marshall y el actor Juan Carlos Thorry, y La calle junto a la luna, dirigida por Román Viñoly Barreto en 1951, con la actuación de Narciso Ibáñez Menta e Enrique Serrano. Era invitado frecuentemente a participar en el popular programa de radio Recordando a Galicia, de la emisora argentina Radio Rivadavia, dirigido por Maruja Boga, de origen gallego, con Alfredo Aróstegui y el actor Fernando Tacholas Iglesias. Fue amigo de Castelao, que llegó a decirle: "Dopazo, o día que volvamos á Galiza, iremos os dous diante de centos de gaiteiros tocando a nosa gaita por todos os pobos da nosa Terra".

Dedicó toda su vida a tocar la gaita, compuso numerosas piezas y destacó como artesano en la fabricación, oficio que aprendió en Argentina. Instrumento musical que "sintetiza singularmente el espíritu de una raza que no se doblega en el correr de los siglos ante la adversidad y el dolor. De la gaita parten los mas íntimos sentimientos del gallego porque en la gaita viven las raíces de su sentido de la vida y de la muerte".

Solamente volvió a Galicia en 1924 para visitar a su madre. Su hijo Perfecto cuenta una anécdota familiar, que cuando Dopazo llegó a la casa paterna, su madre que hacía tiempo había quedado ciega no creía lo que le contaban, que su hijo Manolito había vuelto. La mujer quiso saber si aquello era verdad y como después de pasados más de veinte años no estaba segura de reconocerlo por la voz, dijo que había una sola manera, que esa persona tocara la gaita. Cuando los sones fueron escuchados, la mujer, presa de una profunda emoción, lloró. Las dudas se disiparon. Dopazo había tocado la muiñeira que le había enseñado su padre, cuando era niño y que solo él ejecutaba de una manera especial.

Vuelto a Argentina al regreso de una actuación el 12 de octubre de 1951, de una romería en San Francisco (Córdoba), enfermó gravemente de una enfermedad pulmonar, dejó de tocar y seis meses más tarde, el 28 de abril de 1952, falleció a los 70 años de edad. Su muerte produjo un profundo pesar entre la colectividad gallega, publicándose abundantes y sentidas esquelas necrológicas. Fue enterrado en el panteón de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC), en el Cementerio del Oeste, en el barrio porteño de Chacarita. El año en que murió, todos los gaiteros que celebraron el Día de Galicia en Buenos Aires llevaron un brazalete y un crespón negro en sus gaitas como señal de admiración, respeto y duelo. Dopazo supo con su arte ennoblecer el original instrumento celta, "sacándolo de la fonda y la taberna", como ha dicho alguien, para introducirlo en los teatros más prestigiosos de América.

El periódico argentino La Opinión Gallega, con motivo de la muerte de Manuel Dopazo y como homenaje a este gaitero que dio a conocer la gaita fuera de Galicia, escribió: "Ha fallecido en esta capital el maestro Dopazo, el afamado gaitero de nuestra colectividad que era figura descollante en los grandes festivales de la misma. Con el gallego Dopazo ha desaparecido de entre los gallegos emigrados en la Argentina un autentico pedazo de nuestra patria, Galicia". Recordando a Galicia dijo que su muerte suponía la desaparición del más alto exponente de los músicos populares de la tierra gallega, en la tierra americana.

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