El doctor Víctor García es un hombre sencillo que ayer fue incapaz de reprimir las lágrimas durante su visita a la parroquia silledense de Moalde, el lugar donde yace el cuerpo de su padre, el metalúrgico asturiano Víctor García, alias “El brasileño”, asesinado por sus compañeros del Partido Comunista de España en abril de 1948 en Silleda. “A mi padre ya le daba por perdido porque cuando nos anunciaron su muerte, mi madre y yo nos fuimos de Vigo a Sama de Langreo por temor a las represalias”, recuerda el ex jefe del servicio de Cirugía del Hospital de Cruces, en Barakaldo, y profesor de Patología Quirúrgica de la Universidad del País Vasco.

La familia al completo arropó a García durante la colocación de una lápida junto al templo donde fueron enterrados los restos mortales de una de las figuras clave de la resistencia política armada al régimen del general Franco en el norte peninsular. María, su mujer y principal apoyo en la búsqueda del guerrillero desaparecido, sus hijos Tamara, María y Víctor, su cuñada Marta y su nieto, que también lleva el nombre de su bisabuelo, no quisieron perderse un momento tan entrañable. El autor del artículo publicado en FARO DE VIGO en agosto de 2003, Alberto Maceira, y que facilitó el reencuentro de la familia con su ilustre antepasado, también acudió a la cita.

Gran satisfacción

El acto celebrado en la iglesia de Moalde supuso una “gran satisfacción” para el médico asturiano afincado en el País Vasco, que también se mostraba “feliz por haberle puesto su identificación” en el cementerio parroquial de Moalde. Víctor García explica, además, que aunque al principio pensó en trasladar el cuerpo de su padre a su tierra natal asturiana “decidí no hacerlo porque sería un trance burocrático difícil”. García considera que Silleda es el lugar idóneo para su descanso eterno porque “estoy muy agradecido al pueblo gallego, que le acogió hasta su muerte”. El hijo del guerrillero perteneciente a la Internacional Comunista también muestra sus respetos a “los historiadores, el doctor Harnut Heine, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Libre de Berlín, a Alberto Maceira por su amistad, y al resto de investigadores por hacernos sentir satisfechos como hijos”, indicó. Víctor García tampoco se quiso olvidar de “todos los hijos y nietos de los que lucharon con mi padre”, a los que quiso enviar un fuerte abrazo.

Al educado y comedido Víctor García sólo se le frunce el ceño cuando recuerda los nombres de Santiago Carrillo y Dolores Ibarrruri, La Pasionaria, supuestos ordenantes de la muerte violenta de su padre, por los que dice sentir “un profundo odio”.