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Julio Prieto Castro: "Tuve que construir una casa de veinte metros que hoy tiene cinco baños"

"En época de hambre había más cariño; los hijos estaban más unidos a los padres"

Julio Prieto Castro. // Noé Parga

El Club de Pensionistas de Dena-Meaño celebraba ayer su encuentro anual de confraternidad con una misa por los socios fallecidos, cantada por el coro Santa Lucía, que dirige Vanesa Tilve y forma parte del propio club. Le siguió un almuerzo de confraternidad en el que 65 socios compartieron mesa y mantel en la parrillada O Compadre, donde se homenajeó a Julio Prieto Castro, que a punto de cumplir 90 años, es el socio de más edad del colectivo. Ha criado a once hijos -viven todos- y tiene 26 nietos y bisnietos.

-¿Qué significa este homenaje para usted?

-A una edad de 90 años, como es la mía, cualquier reconocimiento se recibe con cariño.

-Junto a su mujer criaron a once hijos... ¿cómo se las arreglaban?

--Trabajando muchísimo durante todo la vida. Gracias a ello pudimos construir una casa de veinte metros de largo con seis habitaciones y que hoy tiene cinco baños? Y es que éramos muchos en casa. Tener muchos hijos era algo habitual entonces; yo recuerdo a un vecino que tenía 18.

-¿Logra reunirlos a todos?

--Puede que el próximo 14 de diciembre, que es mi noventa cumpleaños, reúna a casi todos en una comida en casa; a todos menos a dos que andan embarcados en alta mar.

-¿Qué piensa de las parejas de ahora y de que merme tanto la natalidad?

--Criar a los hijos no es hoy tarea fácil, pero tampoco lo era entonces. Lo que ocurre es que antes, en una época de hambre, había más cariño, más humanidad; los hijos estaban más unidos a los padres. En cambio hoy, al poco que pueden, se van y olvidan a los padres? No existen vínculos familiares tan fuertes como los de antes; la sociedad está corrompida.

-¿Si volviera a nacer querría tener tantos hijos?

-¡Hombre! Hoy quizás algunos menos, pero sí los tendría. Los hijos son la alegría de la casa. Un matrimonio sin hijos es como si fuera como una vaca sin cuadra, que está perdida, sin cobijo. Los hijos lo son todo, son el futuro de los propios padres.

-Dice que la suya fue una vida de intenso trabajo, ¿a qué edad empezó?

--Empecé a trabajar en las telleiras con tan solo nueve años. Trabajé durante muchos en las de Dena, en Catoira, en la fábrica de ladrillos de los Calixtos... incluso en las del País Vasco.

-¿Se fue al País Vasco?

-Efectivamente. Me fui a finales de los años cincuenta, durante una temporada de cuatro o cinco años. Iba en verano y volvía en invierno para trabajar aquí, en el marisqueo.

-¿También fue mariscador?

-Tenía un gamela y recogía marisco en la ría de Dena. Hoy está todo contaminado, no hay nada.

-¡Ha hecho casi de todo!

-(Risas) También trabajé en el campo y luego, cuando dejé las telleiras, compré un moto-carro y con mi mujer vendimos pescado durante veinte años. Después de ello monté una pequeña empresa de piedra que hacía postes para viñas. Había que trabajar sin parar; sacar adelante los once hijos no fue tarea fácil.

-¿Qué años fueron los más difíciles en su vida?

-Los años cuarenta, cuando los "tempos da fame". No había nada a que echarle el diente; solo comíamos paz de maíz y un caldo que no es como el de hoy, sino que entonces era agua teñida, no más.

-¿Cuál es el secreto para mantenerse tan ágil con su edad?

--No hay secretos, a no ser el haber trabajado tanto. A mi edad voy unos días bien, otros no tanto, pero como de todo, aún bebo un vasito de vino y soy feliz.

-¿Contribuye el club de pensionistas de Dena a esa felicidad?

--En parte sí, uno acude al centro social de Dena y pasa una jornada diferente con la gente de mi edad. Compartir el tiempo en grupo siempre es gratificante. Recomiendo esta experiencia a todos los mayores.

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