Un día, al llegar de su trabajo como recolector de cebo, Martín Dadín, un cambadés de 34 años, llegó a casa con un fuerte dolor de estómago. Inmediatamente fue al médico donde pensaron que se trataba de cualquier problema digestivo sin importancia. Los antibióticos no le hicieron efecto y el dolor, lejos de repercutir, aumentaba. Las analíticas estaban bien, los leucocitos eran bajos pero nada alarmante. Aún así, los médicos continuaron haciéndole pruebas y "cuando me llamaron de Montecelo supe que no era bueno" explica él mismo. Pasó varios días ingresado en el hospital pontevedrés hasta que se confirmó la noticia el 7 de abril. Tenía leucemia mieloide aguda.

Un largo proceso

Así comienza la historia que ha condicionado los últimos tres meses de una familia compuesta por Martín, que vivía solo en su casa pero se ha visto obligado a volver a la de sus padres, José Alberto y Dolores. El matrimonio también tiene otro hijo mayor que comparte nombre con su padre. Los cuatro no solo conviven a diario con el cáncer sino que también se han llevado una gran lección del más pequeño que afronta el problema de manera positiva.

Ante la situación, se generó una estrechísima relación entre los hermanos "aunque ya la había, ahora es mejor incluso" y sus padres aprendieron a prestarle atención a los pequeños detalles y a darle la importancia que se merece a cada cosa.

"En un minuto se te parte el mundo. No te esperas tener cáncer aunque ya lo habíamos sufrido en la familia. Mi prima lo padeció durante años pero no es lo mismo apoyar a alguien que vivirlo en tus carnes" reconoce Martín al que le explicaron muy bien el proceso, relatando que su médula ósea producía glóbulos rojos de manera anormal tras realizarle varios análisis en el Hospital de O Salnés y en Montecelo.

"Al comienzo, no era capaz de asimilar la información". Enfado, frustración y miedo de puertas para dentro. En cambio, sonrisas para sus amigos y familiares. Están siendo unos meses duros de tratamiento, una auténtica "carrera de fondo" de la que "se puede salir". Una situación dura y desagradable que acaba por conventirse en rutina. "Vives día a día rodeado de médicos, punciones lumbares o ciclos de quimioterapia", explica. Solo lleva tres sesiones de quimio pero a ello se suman las transformaciones que sufre el enfermo de leucemia "te cambia el humor y te hinchas con tanto medicamento", recalca.

A pesar de mantener actitud positiva, el fantasma del miedo siempre está presente. El de Martín aparece ante situaciones nuevas. "Tienes algunas preocupaciones pero no quieres transmitírselas a nadie porque tú sufres pero sabes que los que te rodean también lo hacen", asegura.

Por este tipo de cargas, ve indispensable la ayuda de un psicólogo en los procesos oncológicos que enseñe a pacientes y a familiares a "convivir con el miedo" pero también a salir del pozo de frustración, depresión y preocupación por el que atraviesan los enfermos.

Dolores y José Alberto no dejan solo a su hijo ni un solo momento. Lo acompañan a todas las citas que son cada dos o tres días y en varios hospitales. A pesar de todo, se muestran optimistas. Sin ir más lejos, la familia estuvo toda la mañana de ayer en el Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo y se ven con fuerzas para continuar. Además, entre todos se ayudan a mantener el equilibrio emocional y esperan que a finales de agosto, Martín pueda recibir el trasplante de médula ósea que espera. Mientras tanto, todos aguardan impacientes a que llegue el día de la "remisión total" para que el cambadés pueda volver a su antigua rutina.