Las presentaciones se sucedían en los centros de enseñanza secundaria durante la mañana de ayer, pero el punto de partida del curso 2015-2016 resultaba especialmente inquietante para los alumnos que se incorporaban por primera vez a un instituto.

La transición del colegio de Primaria a un lugar donde el sistema, la organización y el plan de estudios representan novedades provoca que los estudiantes más jóvenes de estos recintos deban adaptarse a circunstancias que, en muchos casos, producen escepticismo en la comunidad escolar.

El IES con un mayor número de alumnos en Vilagarcía es el Castro Alobre, que cuenta este curso con aproximadamente 780 matrículas en ESO, Bachillerato y ciclos de Formación Profesional y ha experimentado un ligero repunte gracias a estos datos.

Las preocupaciones habituales en torno a los cambios que deben afrontar los pequeños se perciben con más intensidad cuando se descubre la opinión de los padres.

Soledad Caíño es madre de un alumno que cursó por primera vez la ESO durante la temporada anterior en el Castro Alobre, y expresa sus dudas sobre la conveniencia de integrar en los institutos a niños de 12 años.

"Les afecta mucho el cambio de un centro de estudios a otro", advierte Caíño, quien considera que el hecho de disponer de un profesor distinto para cada materia no favorece a los alumnos, pues, según ella, "es preferible que los docentes hagan un trabajo más individualizado y se detengan en cada uno, y eso es más sencillo si los conocen bien y pasan más tiempo con ellos".

El incremento del número de alumnos en cada grupo es otro aspecto que genera desafección entre los progenitores, ya que esta coyuntura determina el desarrollo de las clases. "En el colegio se conocen todos, pero aquí hay muchas variaciones cada año y cada uno tiene su perfil, su nivel y sus costumbres en función del lugar del que procede", comenta Caíño.

Algunas de estas causas de desasosiego forman parte de un discurso común. Isabel Diz, madre de un chico que acaba de comenzar el primer curso de ESO en el mismo lugar, comparte la idea de que siempre está presente el miedo a lo nuevo y a lo distinto y que contar con tantos profesores diferentes supone un reto distinto, pero indica que su hijo "se presenta con ilusión y con ganas a pesar de los típicos nervios".

Carlos Cid, director del centro, estima que los alumnos que se estrenan en un instituto "se adaptan en 15 días" y no tienen más dificultades para aprobar.

Sin embargo, Cid reconoce que "se imparten las lecciones de una manera distinta, hay que estar encima de ellos y controlar más sus tareas, y para ello se realiza un trabajo enorme con el objetivo de seguirlos de cerca".

Los chavales que inician su aventura en la enseñanza media comparten pasillos con adolescentes que tratan de acceder a la universidad, lo que se convierte en otro asunto de debate. "Al final, cada uno se junta con su grupo y no hay ningún problema", revela Cid.

Hugo Abalo tiene 12 años y es uno de los alumnos que ayer empezó su andadura en el IES Castro Alobre. Abalo expresa su curiosidad ante estas primeras jornadas y se cuestiona hasta qué punto observará diferencias en cuanto a la dificultad de las asignaturas que debe aprobar en este nuevo curso.

Preguntas similares son las que se formula su compañero de aula Yoel Vila, que muestra una actitud positiva frente a la oportunidad de descubrir nuevas amistades al pertenecer a grupos más amplios.