Un centenar de personas acudió a media tarde de ayer al funeral de Carmen Carballo Jueguen, la mujer que hace 19 años quedó parapléjica tras ser tiroteada en su casa de Cambados por un grupo de sicarios colombianos. Sucedió el 12 de septiembre de 1994, mientras la mujer desayunaba en compañía de su marido, Manuel Baúlo, O Caneo, que murió en el ataque.

Carmen Carballo dijo que los pistoleros habían sido contratados por los Charlines, pero el caso acabó archivándose por falta de pruebas. Los autores de los disparos, de hecho, sí fueron identificados y condenados, pero jamás delataron a quien les había ordenado matar a Baúlo.

Carmen Carballo Jueguen, natural de Vilanova, es un nombre propio de la historia del narcotráfico arousano de finales del siglo pasado, pero no por su participación directa en el negocio, sino porque varios de sus parientes directos sí fueron protagonistas en el tráfico de estupefacientes y, también, víctimas de un submundo de violencia que también se llevó por delante de alguna manera a la propia Carmen Carballo.

Uno de sus sobrinos, Daniel Carballo, fue una de las primeras víctimas mortales de un ajuste de cuentas, al morir tiroteado en un pub de Vilagarcía a manos de Tucho Ferreiro, un cambadés que al parecer se sintió engañado por Carballo. También su marido, Manuel Baúlo, murió asesinado. Su muerte se produjo unos meses después de que el antiguo socio de los Charlines se decidiese a colaborar con la justicia y a contar lo que sabía.

Tras el trágico ajuste de cuentas que la postró en una silla de ruedas, la cambadesa aún tuvo que ver como su hermano Manuel Carballo Jueguen -otro histórico del narcotráfico gallego- moría en la cárcel, y como su hijo Daniel caía en una operación contra el tráfico de cocaína.

Según las fuerzas policiales, Daniel Baúlo Carballo era a mediados de la década pasada el narco en activo más importante de Europa y en 2010 fue condenado a 17 años de cárcel por un alijo frustrado de 3.000 kilos de cocaína -valorados en unos 100 millones de euros- que debían entrar por el puerto de Vigo.

Aunque al hablar de víctimas del narcotráfico se suele pensar en los toxicómanos, la biografía de Carmen Carballo también es un ejemplo de como a veces los que traficaban con drogas o las personas que les rodeaban pagaron las consecuencias de aventurarse en un mundo muy lucrativo, pero también marcado por la violencia. Perdió un sobrino y a su marido, y ella quedó postrada en una silla de ruedas en los años del tránsito del contrabando de tabaco al narcotráfico, marcados por la inestabilidad y por la irrupción de un fenómeno nuevo en Galicia, como fue el de los ajustes de cuentas. Y muchos de sus parientes, dedicados a actividades profesionales lícitas, han arrastrado durante los últimos años el pesado estigma de pertenecer a una familia cuyos apellidos figuraron docenas de veces en las crónicas de sucesos debido a las andanzas, y desventuras, de Manuel y Daniel Carballo, Manuel Baúlo, o, más recientemente, de Daniel Baúlo Carballo.