Mariluz Barreiros recordó que los primeros pasos de su padre en un sector que le llevaría a lo más alto los dio en Ourense cuando con 11 años empezó a trabajar como cobrador y revisor de la ruta Os Peares-Ourense que hacía el autobús familiar. Después fue mecánico y más tarde conductor, hasta que encontró su primer trabajo en la ciudad de As Burgas, donde acabaría montando su propio taller. "Mi padre estaba acostumbrado a mancharse las manos de grasa", destacó como muestra del esfuerzo y trabajo de toda una vida. "Su intuición, decisión e iniciativa le empujaron a hacer algo que los ingenieros desaconsejaban", destacó, rememorando la célebre transformación de motores de gasolina a diésel patentada por su padre. "Entonces quiso crecer y con muchísimo dolor se trasladó a Madrid", donde en 1952 abrió su primera nave y la bautizó Galicia Industrial "por la enorme morriña" que sentía. En 15 años, los siete operarios con los que empezó eran ya 25.000 trabajadores en un complejo industrial que ocupaba 2 millones de metros cuadrados y daba empleo indirecto a 100.000 personas en la empresa auxiliar. Barreiros Diésel se convirtió en el proyecto empresarial e industrial privado más importante de los años 60 y "fue el germen del sector de la automoción tan decisivo hoy en nuestro país en cuanto a PIB, empleo y exportaciones". Ya en aquellos años, Eduardo Barreiros exportaba a 27 países en una hazaña empresarial " verdaderamente extraordinaria y excepcional", explicó su hija Mariluz, que no pudo dejar de mencionar a los colaboradores de su padre, muchos de ellos gallegos, a su madre y a sus tíos Valeriano, Graciliano y Celso.

El presidente del PEN Galicia, Luis G. Tosar, dedicó un poema a Barreiros y recordó el día que lo conoció en La Habana, con motivo de la celebración de las Letras Galegas. El acto, que concluyó con la interpretación del Himno da Provincia a cargo de la Coral de Ruada, incluyó la actuación del acordeonista Víctor Prieto.