Ha sido una grata noticia la visita del presidente de la República de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa. Aunque las relaciones entre Madrid y Lisboa se han desarrollado en las últimas décadas en un amplio espíritu de fraternidad y mutua colaboración, desde el año 2006 no habíamos tenido la oportunidad de recibir una personalidad de tan alta categoría político social. Si bien, los reyes D. Felipe y Doña Leticia, fueron recibidos en Lisboa con la misma cortesía y amistad que se ha dispensado a D. Marcelo Rebelo de Sousa.
Confieso que me han impresionado favorablemente dos de las visitas que el presidente luso ha realizado durante su estancia.
En primer lugar, al centro de arte Reina Sofía, al encuentro con la excelente exposición "Pessoa, todo arte es una forma de literatura", donde acertadamente se dan la mano el autor del "Libro del desasosiego", su gran obra, y una ejemplar muestra de la vanguardia plástica portuguesa entre 1914 y 1936. En esta misma exposición pude contemplar algunas de las obras maestras del periodo, piezas de Abel Manta, de Almada Negreiro y Jorge Barrado, entre otros.
La otra visita a la que me refiero ha sido a la universidad de Salamanca en la celebración de sus 800 años de fundación. No podía ser de otra manera, la universidad salmantina se encuentra entre las que con mayor atención y rigor se han volcado en los estudios culturales portugueses. Allí tuvo su cátedra Miguel de Unamuno, que tanto nos enseñó a querer las gentes y las letras portuguesas.
D. Marcelo Rebelo de Sousa nos ha dejado mensaje, muestra de su humanismo en acción: la desconfianza hacia el otro y la negación de la apertura que marcó la historia de España y Portugal. Palabras que resumen su rechazo a la xenofobia, el populismo y el nacionalismo.
