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El jueves, Entierro de Genarín

Hoy empiezo a escribir iluminado por música de marchas de Semana Santa, concretamente La madrugá. Claro, dentro de unas cuantas horas me voy a ver la procesión del Santísimo Cristo de la Luz y Nuestra Señora Madre de la Sabiduría, que sale de La Clerecía en Salamanca, donde creo que estudió canto nuestro pintor Antón Pulido. ¿Por qué escribo de procesiones? Soy un pobre de espíritu, no tengo fe, pero me parecen espectáculos de alto interés y en los que mucha gente invierte corazón y paciencia. No tanto quizás en la que espero ir el jueves, si me da tiempo, en León. A ver si puedo volver al Entierro de Genarín en el Barrio Húmedo, en honor a Genaro Blanco, al que mató un camión de la basura mientras hacía aguas junto a la muralla, de oficio pellejero y conocido en la ciudad por ser todo un personaje, un borrachín frecuentador de burdeles y tabernas. Es que la Semana Santa es muy variada y tiene otras celebraciones no eclesiales como la de Genarín o el juego de las chapas, en que se apuesta dinero a cara o cruz, en corro, controlados por el "baratero". Yo puedo hablar de lo que pasaba en Villablino, en aquella etapa en que los picadores de la mina ganaban al mes como 6 periodistas juntos y el pueblo parecía Sodoma y Gomorra, porque los pobres no estamos acostumbrados a vivir como ricos. Y con las chapas se vaciaban los cajeros.

Bares, qué lugares, ¿no, Juan Figueroa?

Dejo las marchas procesionales de música de fondo, que son bellas pero tristes, y me paso a las "Sacred songs" operísticas con Elina Garança para escribir de Juan Luis Figueroa, un cineasta al que conocí ayer en un bar de buena nota. Un tipo interesante que al poco hace evidente su documentación y sensibilidad. No hay nada mejor para aumentar la cultura que andar por los bares, y en este supe que está actualmente rodando en Salamanca y Zamora Hekatombe, con el que cierra la trilogía que comenzó en 2011 con la obra Animal Piedra. Juan no solo es un castellano enamorado de Galicia sino que casi perdió los papeles por una gallega que le llevó a vivir a Oleiros en A Coruña, y a conocer bien Vigo y sus alrededores. Yo creo que una de las "pelis" de su trilogía se titula Sobrenatural. Es un viaje interior al misterio del toro, lo que me encanta porque yo, como buen aborigen español, soy taurino, cristiano, realista, admirador de la jota y la Legión y partidario del 155. Juan hace un cine que no responde a géneros ni lenguajes concretos pero para saber más tendré que verle y tomar un verdejo con él en La Flor del Tiempo, que es el bar salmantino de Charo (no me acuerdo si se apellida Guerra o es un apodo por la mucha guerra que da) donde le conocí. "Bares, qué lugares, tan gratos para conversar", cantaban los Caligari.

De automóviles, Beatles o fabadas

Me dicen que anda detrás de mí Rafael Cid para darme un volantazo, porque ayer hablé aquí de él y le endosé 74 tacos en vez de los 72 juveniles que exhibe. "Ya son muchos años los que cargo como para que me añadan dos", sé que ha dicho Cid, uno de los seres que más sabe de coches, de Galicia y sus alrededores españoles, igual que Martín Curty y Manuel Orío saben de los Beatles y Pepe Cadavedo de fabadas, aunque no más que Paco Doblas. Nada, Rafa, que tienes 72 tacos como 72 claveles.

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