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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El sobrecoste

Desde una disculpa inicial a quien lea estas líneas por utilizar un término vulgar para describir una situación relacionada con lo que en principio fue una idea cultural, habría que decir, acerca del monte Gaiás, aquello de "éramos pocos y parió la abuela". Porque fue un proyecto creado para -en definición del señor Zapatero cuando vino a verlo y a prometer lo que no cumplió: una ayuda financiera- constituir un "foco de la cultura gallega hacia Iberoamérica", y que se quedó -uno más en el curriculum del expresidente- en un farol. Y en una decepción.

El caso es que el proyecto de una Cidade da Cultura para este antiguo Reino se quedó en una especie de megaoficina para funcionarios disimulada en algunas dependencias por la idea original de biblioteca, museo de arte o auditorio. Fue un invento grandioso para unos -otros dijeron "faraónico"- que se convirtió en un proyecto fallido probablemente a incluir entre las frustraciones más duras de la Xunta de Fraga. Pero luego sirvió para eliminar el mito de que el BNG era enemigo de las privatizaciones: la conselleira de Cultura del bipartito, nacionalista del ala moderada, creó una fundación privada para la gestión de cada edificio: al que no quiere caldo, siete tazas.

La obra quedó sin terminar, entre otras razones porque la Xunta de Feijóo, con acierto, renunció a invertir un euro más de los muchísimos gastados en la Cidade. Pero como las desgracias nunca vienen solas, ahora resulta que las autoridades judiciales -y de ahí viene "resucitar" el asunto- han condenado al Gobierno gallego a abonar un sobrecoste de -en pesetas- alrededor de cuatrocientos millones, que es una propina realmente generosa y que debería ser explicada por todo aquel que puso un céntimo público en su inicio, bien justificado -aunque sobre sueños de grandeza de los que hacen "pecar" a los incautos- y rematada a medias: tarde, mal y arrastro.

De forma un tanto sorprendente, el sobrecoste de las obras del monte Gaiás apenas trascendió a la opinión pública, y fue marginado de la atención parlamentaria. Lo primero tiene su explicación en el sentido de que a la calle llega, generalmente, lo que le interesa a las fuerzas políticas; lo segundo demostró que el desinterés tenía sólidas razones. La principal, quizá, que lo que la oposición de cuando se iniciaron las obras criticó el proyecto con enorme dureza y lo calificó de "faraónico", y hasta logró una comisión de investigación, luego lo alabó y quiso rematarlo.

El episodio, ahora devuelto, ya en pleno 2018, a la actualidad, constituye seguramente uno de los más claros ejemplos de que en este mundo traidor nada es verdad o mentira sino del color del cristal con que se mira. Y lo peor para la alianza PSOE/BNG fue que lo definido en principio domo algo propio de Ramses II, cambió de perspectiva cuando Zapatero vino a Galicia. Lo visitó y dijo que habría que convertirlo en un foco cultural de España hacia América. Pero prometió unas inversiones que nunca llegaron, con lo que loas y críticas mutuas se diluyeron para que el proyecto terminase inacabado y contrario a la idea inicial. Y ahora tiene un doble coste: el económico, que habrá que pagar, y el político, que quedará en deuda porque nadie querrá asumirlo.

¿Eh...?

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