El buen anfitrión no sabe que lo es porque no está pendiente de su propia actuación y sí del bienestar de quienes recibe en casa. Al buen anfitrión no le dirá nunca nadie eres el perfecto anfitrión, dado que sus invitados están ocupados disfrutando. El buen anfitrión no dirá nunca al engullir una gamba que es un placer de dioses. No hará macro cuencos de ensaladilla por ver de llenar los estómagos pronto y ahorrarse unas monedas. Conviene que no hable de política, aunque sólo un mal anfitrión se define como apolítico, dado que todo el mundo sabe que los apolíticos es que son de derechas. Puede por tanto incomodar a un señor de Podemos que, disgustado, ya no vuelva a esa casa, con lo cual el buen anfitrión y sus amigos podrían perderse en el futuro una sagaz locuacidad o un verbo florido e inclusive un rostro atractivo. No descartándose tampoco que pudiera ser un pelmazo.

El buen anfitrión no deja fumar pero reparte puros. A la segunda cerveza deja fumar. No es de buen tono fumar en una casa ajena. El buen anfitrión no le dice al invitado de más confianza que compre hielo de camino. No. No tengo ganas de pararme en una gasolinera, meter el hielo en el asiento, que se me moje todo, acelerar para que no se derrita, congelarme las manos, mancharme la camisa y luego a lo mejor ni llego a los cubatas y ni me hace falta el hielo.

El buen anfitrión recibe elegante pero no de Nochevieja. Informal, pero no con la parte de arriba del pijama. No. No parece un chándal. El buen anfitrión emplea, sólo a requerimiento del invitado, un pequeño espacio de tiempo para enseñar el jardín. El colmo de describir un jardín es hacerlo sin florituras. Aunque haya árboles no se andará por las ramas. Si adelfas, se dice que hay adelfas. Si margaritas, se dice que hay margaritas. No nos interesan las plagas. Los bichos. Estamos intentando hartarnos de comer, no nos hables de garrapatillas o ciempiés.

El buen anfitrión no dice coge este que es de salmón. El buen anfitrión no martiriza a nadie con vídeos. Queremos que sea feliz en compañía pero no verlo. Todos tenemos Movistar y Netflix, no necesitamos Vacaciones en Venecia con Angustias María, año 2015. Preferimos Narcos o Las chicas del cable. No tire de ningún cable.

El buen anfitrión te coge el abrigo nada más llegar. Te dice lo bien que te queda y no te insiste en qué estancia lo va a guardar, dado que va a ser él mismo el que luego lo recoja. Si es verano da igual. Se lleva un abrigo que igualmente el anfitrión elogia y guarda. Se lleva por si la fiesta resulta ser sugerente y tenemos que pasar un par de meses en ella. El buen anfitrión no insiste con los tupper, ay, por favor, llévate croquetas que Julio Manuel ha hecho como para un regimiento y creo que han sobrado 312. No. se meten las croquetas en el tupper, se cierra el tupper y sin que uno, invitado, tenga que preguntar, se obsequia. Siempre, ojo, en el bien entendido de que las croquetas se hacen de (mucho) jamón, no sólo de bechamel infame. El buen anfitrión seduce. Tiene derecho a llamar sapoconcho a un invitado lento en llegar. No se mete en martinis de once varas.

Tiene soda. Ha leído a Tolstoi. Ha comprado el Hola de esta semana. Se defiende en una conversación sobre Juego de Tronos pero no saca el tema. Es ejemplar en la elegancia del detalle. El principal: no da fiestas cuando no podemos ir.