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De vuelta y media

El súbito final del Liceo Gimnasio hace cien años

La sociedad que cultivó por igual el deporte, la cultura y el divertimento murió en 1917 por las deudas acumuladas

La Sociedad Liceo Gimnasio no atravesaba hace un siglo su mejor momento. Entre diciembre de 1916 y mayo de 1917 tuvo tres presidentes: el capitán de Caballería y juez militar Luis de Vicente Sasiain, el abogado Isidoro Millán Mariño y el aristócrata Eduardo Cea y Varela de Luaces. Asimismo en febrero de aquel año se produjeron las dimisiones del secretario, Benigno Sanmartín Casal (luego siguió); el contador, Julián López, y el depositario, José Rodríguez Ríos. Tanta inestabilidad no parecía buena señal.

Una prueba irrefutable de su incierto futuro también resultó aquel intento de fusión con la Sociedad Recreo de Artesanos un año y medio antes, una apetencia que enseguida se diluyó como un azucarillo y nadie volvió a plantear el asunto para no destapar vergüenzas propias y ajenas.

La entidad fundada en 1895 por pontevedreses tan significados como José Millán, Robustiano Fernández, Alfredo Pérez, Tomás Abeigón, Gregorio García o Constantino Lorenzo, entre otros, con Victoriano Encinas como primer presidente, ya no era "la sociedad más floreciente de la capital" que había descrito de manera tan elogiosa José López Otero en el albor del siglo XX.

"Un término medio entre el aristocrático Liceo Casino y el democrático Recreo de Artesanos", escribió en su libro "Pontevedra, sus recuerdos y monumentos, música típica, costumbres y romerías", prologado por Eduardo Vincenti. No por casualidad al frente de la Sociedad Liceo Gimnasio estuvieron en sus primeros años personalidades tan relevantes como Francisco Riestra López, José Boente Sequeiros, José Lino Martínez y Pedro Martínez Casal.

Aquellos dos magníficos salones, uno de verano cara al Lérez frente al puente de O Burgo, y otro de invierno hacia la plaza de O Muelle, que acogieron tantos y tantos exquisitos banquetes, memorables discursos y celebrados bailes, acusaban el paso del tiempo. No obstante, todavía conservaban sus deslumbrantes techos artesanados, sus bellísimas colgaduras y sus notables muebles.

El gran salón de juntas, de estilo inglés en madera de nogal, fue encargado al prestigioso taller catalán de José Bonet. Tan elegante lucía su acabado, que antes de su traslado desde Barcelona hasta Pontevedra por vía férrea, permaneció expuesto al público en su local de la calle de la Cucurulla. Luego el propio Bonet se desplazó a esta ciudad para dirigir su montaje con dos operarios.

La inauguración oficial el 1 de agosto de 1897, que marcó el comienzo de sus actividades, constituyó un gran acontecimiento social. Un centenar de comensales disfrutaron de un estupendo almuerzo servido por el Hotel Méndez Núñez.

Veinte años después, la Sociedad Liceo Gimnasio no encaró mal el inicio de 1917 contra viento y marea. Una fiesta organizada por las señoras de la Escuela Obrera, que contó con las actuaciones de Silvia Fábregas y Víctor C. Mercadillo, resultó muy animada e hizo de antesala a los bailes de carnaval.

La llegada triunfal del Urco a la galería de la entidad se produjo durante un baile infantil. Al festejo de los más pequeños siguió un banquete nocturno para los mayores a base de ostras, lacón con grelos, timbal de pollo, flores y filloas, quesos y frutas. A los postres, entre el coñac y el champagne, los cigarros y los puros, el rey Urco leyó unos inspirados versos de salutación a Pontevedra, que dieron paso a un baile amenizado por la orquesta del Café Moderno. Todos los carnavales estuvieron muy concurridos.

La dimisión irrevocable de Isidoro Millán Mariño, quien consideró incompatible la presidencia del Liceo Gimnasio con la presidencia de la Artística Musical y optó por ésta última, se zanjó satisfactoriamente con la elección del mentado Eduardo Cea. Su acceso a la presidencia fue celebrada con un concierto ofrecido en su honor por el recién nacido Orfeón Pontevedrés.

Hombre muy activo y de gran predicamento, Cea y Varela convocó pocas semanas más tarde a los presidentes de las demás entidades e instituciones para organizar las fiestas de la Peregrina. Una comisión llena de buenas intenciones reunió 5.000 pesetas en solo dos meses y esbozó un programa muy atractivo, que finalmente no pudo afrontarse en su integridad.

A la hora de la verdad sufrió un recorte considerable, y no hubo ni corrida de delfines -seguramente por imposibilidad material de contar con el concurso de los inteligentes mamíferos-, ni tampoco el certamen de bandas de música civiles y militares. No obstante, los festejos resultaron decorosos, especialmente un concurso de orfeones en la Plaza de Toros y unos juegos florales, cuyos premios más importantes fueron para López de Haro y para Álvarez Limeses.

El profesor de la Universidad de Santiago, Antonio Goicoechea, ejerció como mantenedor de aquel festival poético y fue homenajeado con un gran banquete, el último que acogió el Liceo Gimnasio en su dilatada historia.

La entidad recreativa afrontó el final de año con toda normalidad: donó una copa de plata al resurgido Pontevedra Sporting Club para el partido inaugural del campo de fútbol de Pasarón; aportó 25 pesetas para las actividades benéficas del Ropero de Caridad de Santa Victoria, y hasta compró el número 35.702 de la lotería de Navidad para distribuir entre sus asociados.

Inopinadamente, la empresa eléctrica dejó sin luz las lámparas de la Sociedad Liceo Gimnasio el domingo 16 de diciembre a causa de los débitos acumulados. Aquel fulminante apagón presagió lo peor y solo tardó unas horas en confirmarse tan mal augurio.

La junta directiva no ofreció ninguna explicación oficial, pero se habló de "otros compromisos no cumplidos de carácter económico", sin aportar más detalles; quizá el impago del alquiler del emblemático local.

Desde el mismo momento en que trascendió su desaparición, también se barajó la instalación provisional de las oficinas militares del 14 Regimiento de Artillería por cuenta del Ayuntamiento de Pontevedra. El runrún tomó cuerpo dos meses después, el tiempo imprescindible de negociar la corporación municipal y su propietario, Manuel Carballo Amoedo, un contrato de arrendamiento por tres años prorrogables, a razón de 300 pesetas mensuales.

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