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Joaquín Rábago.

Científicos a sueldo de las petroleras

Se habla mucho últimamente de desinformación como si fuera especialidad exclusiva de los "hackers" rusos, pero hace tiempo que se dedican a desinformar, y a lo grande, los gigantes estadounidenses del sector energético.

La historia se remonta al menos a 1988, cuando por iniciativa del gobierno de Ronald Reagan se fundó en EEUU el Panel Internacional sobre el Cambio Climático con el cometido concreto de investigar sus causas y proponer soluciones. Por aquel entonces estaba ya muy extendida la opinión de que el calentamiento del planeta se debía sobre todo a la acción humana, lo que animó a los países industrializados a estudiar posibles medidas para reducir los llamados gases de efecto invernadero. El Gobierno del demócrata Bill Clinton intentó ya en 1993 la aplicación de un impuesto sobre las energías de origen fósil, pero finalmente no pasó nada, y ello hay que atribuirlo, como señala en un largo artículo el semanario alemán Die Zeit, precisamente a esa guerra de la desinformación.

Las empresas petroleras y carboníferas se sintieron de pronto amenazadas en sus perspectivas de negocio por las posibles medidas de reducción de las emisiones de CO2 pese a haber llevado a cabo ellas mismas estudios científicos que demostraban claramente su contribución al calentamiento del planeta. En lugar de hacer lo que habría sido más sensato, es decir invertir en investigaciones sobre fuentes más limpias de energía, decidieron contrarrestar las apabullantes pruebas científicas del efecto perverso de las energías fósiles sobre el clima recurriendo a una bien financiada campaña de desinformación.

Lo primero que hicieron fue crear en 1988 su propia organización, la Coalición en torno al Cambio Climático, grupo de presión integrada por lobistas de la industria energética, dedicado a difundir supuestas informaciones que ponían en tela de juicio ese fenómeno. El gigante petrolero Exxon y el American Petroleum Institute elaboraron en 1998 un plan de comunicaciones sobre el clima global destinado a convencer a la comunidad científica y a la opinión pública en general de las muchas incertidumbres que planeaban sobre las causas del cambio climático.

Grupos de estudios ( think tanks) generosamente financiados por la industria petrolera se dedicaron a partir de entonces a publicar en los principales medios de comunicación, entre ellos el New York Times, columnas de opinión supuestamente científicas en las que se defendían las posiciones más escépticas en torno al clima. Con la ayuda inestimable del imperio periodístico del australiano Rupert Murdoch, propietario del Wall Street Journal y de la cadena de TV Fox News, así como de numerosas emisoras de radio locales, científicos y columnistas corruptos se volcaron en una eficaz campaña negacionista.

El resultado es que, según el centro de investigaciones Pew, menos del 16 por ciento de los votantes republicanos de Estados Unidos creen actualmente que exista unanimidad científica sobre el calentamiento del planeta. Si antes de la caída del muro de Berlín, el comunismo era el blanco preferido de los republicanos, hoy los nuevos "rojos" son los "ecosocialistas", a los que el presidente Donald Trump y los suyos acusan de querer poner continuas trabas a la industria energética.

Pero, como señala Die Zeit, los negacionistas estadounidenses no están solos en ese tema porque, en alianza "non sancta", también Rusia, con sus enormes reservas de carbón, gas y petróleo, está interesada en que se adopten las mínimas medidas restrictivas a nivel internacional. ¡Pobre planeta!

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