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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Las desgracias

Un viejo refrán avisa de que las desgracias nunca vienen solas, y no pocos habitantes de estos Reinos habrán sentido en estas últimas horas que, antes que advertencia, la frase resulta una profecía. Porque en pocas ocasiones se había registrado, al menos en este lado de A Canda o de Pedrafita una coincidencia tan amplia de malas noticias. Hasta el punto de que solo repasarlas da mal fario, empleando el lenguaje que usarían los procedentes de otras tierras. Y como estableciera Murphy en sus "leyes", lo peor puede estar todavía por llegar.

No se trata en absoluto de amargar las fiestas a alguien ni impulsar a nadie para que se corte las venas; solo de resaltar que en menos de un día los gallegos/as han sabido que a las Comunidades con "pufos" les va mejor que a las que cumplen con su obligación; que la AP-9 aumentará su peaje en más de un tres por ciento; que en este antiguo Reino las defunciones doblan a los nacimientos o que aquí el gasóleo llega a costar seis veces más caro que en el resto de España sin que el Tribunal de Defensa de la Competencia se dé por enterado. Hosanna in excelsis.

Y, volviendo a Murphy, eso no es lo peor. Porque lo de la crisis demográfica no consigue un acuerdo, propuesto por la Xunta, para afrontarla; los planes gubernamentales contra el dumping petrolífero fracasan; en el Parlamento se ocupan más del traspaso de competencia sobre la AP-9 de la concesionaria al Gobierno que de los costes del peaje para la población y, encima, el ministro de Fomento dice que "hay que cumplir los compromisos" con la empresa, pero incumple los establecidos con el pueblo gallego en materia de plazos de ejecución de las infraestructuras.

O sea, que algo pasa aquí y no precisamente bueno. Y que no puede imputarse a mal de ojo, gafes, brujas, trasgos o diaños. Se trata, posiblemente, de un defecto detectado y denunciado, pero nunca resuelto, que es la falta de sentido "de lo común". Y de la ausencia real de peso e influencia de la Comunidad allí donde se deciden las cosas comunes. Y, por supuesto, la carencia casi absoluta en la sociedad gallega de grupos que sean capaces de hacerse oír más allá de los límites geográficos del país. Aparte de la miopía y sectarismo de muchos de sus políticos.

Algunos observadores imputan todo ello a una incapacidad general para superar el defecto de dejarse llevar por el día a día o, dicho de otro modo, de establecer una política de luces largas, de plazos amplios que dejen a salvo de los vaivenes electorales las soluciones para los grandes problemas que exigen acuerdos cuanto más amplios mejor. Y sería bueno que estas fechas, donde la reflexión se hace hábito, pudieran emplearse para analizar los motivos de que pase lo que pasa. Siquiera para conseguir que, si no evitar todas las desgracias, al menos que no vengan todas juntas.

¿Eh...?

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