El pasado domingo Telecinco arrasó la audiencia nocturna con la película "Cincuenta sombras de Grey". Como colofón de una semana en la que redes sociales y tertulias televisivas ardieron de indignación por los detalles del juicio contra "la manada", en vísperas del Día Internacional contra la Violencia de Género, una historia que hace apología de la dominación y la sumisión, que cuenta en un tono glamouroso el voluntario sometimiento físico, psíquico y sexual de una mujer a un hombre frío y agresivo, se convirtió en la película más vista del año, a un millón de espectadores de distancia de la siguiente, humillando en audiencia, por ejemplo, a la segunda parte de la interesantísima entrevista que Jordi Évole le hizo a Nicolás Maduro en "Salvados".

Da como un poquito de asquito imaginarse lo que ocurrió esa noche en España. Millones y millones de varones corriendo ante el televisor para babear ante una de las cimas de la cultura de la violación, disfrutando al ver en la pantalla todo lo que les gustaría hacer a ellos con las mujeres, mientras que ellas estarían en otra habitación viendo "Salvados" o, si se encontraban en la misma sala donde se estaba viendo "Cincuenta sombras de Grey", intentarían no atender a la historia o apartarían la mirada cada vez que Christian Grey apareciera en pantalla por la repulsión que les provocaría. El éxito de audiencia de la película sádica demuestra no sólo los gustos agresivos de los varones españoles, sino también que el mando a distancia es otro ámbito más en donde la voluntad masculina se impone sobre la igualdad de sexos.

Ya tenemos una nueva "Pretty woman", otra película claramente machista dirigida a un público masculino, que durante décadas arrasaba las audiencias cuando y donde quiera que se emitiese. Pero el nivel de violencia de "Cincuenta sombras de Grey" va muchísimo más allá que el de la película de Roberts y Gere. Nos estamos volviendo todos locos. Permítanme la única frase en la que voy a opinar con sinceridad en esta columna: yo no entiendo absolutamente nada.

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