Después de que el jefe del Estado haya acusado al gobierno de Cataluña de haberse puesto fuera de la Ley ya solo queda aguardar a que el gobierno de Rajoy tome las medidas oportunas para restaurar el orden constitucional. Las palabras del Rey no dan pie a otra interpretación. "Es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurarlo", dijo en su mensaje a la nación. Ahora bien, ¿cuáles son esos "legítimos poderes"? La respuesta se la sabe de carrerilla cualquier escolar medianamente espabilado: el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. Luego están el llamado "cuarto poder", que son los medios de comunicación y la Iglesia Católica que, aunque no tiene el enorme poder que acumuló durante la dictadura, alguna influencia le queda todavía. Pero, al margen de esa clasificación formal, aun hay más poderes. Y no menos importantes.

En primer lugar el financiero que maneja ese "poderoso caballero" que es el dinero, como le llamaba Quevedo . Y después el Ejército, al que la Constitución Española en su articulo 8 encomienda "la misión de garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional". Un artículo que es transcripción casi literal del articulo 38 de la Ley Orgánica del Estado franquista. Hecho este elemental recordatorio, ahora solo queda especular sobre cómo reaccionarán cada uno de esos poderes a la invocación del jefe del Estado, y lo que es más importante si actuarán de forma coordinada. Tarea compleja.

En el Legislativo el lío es considerable. La dirección del PSOE ha solicitado la reprobación de la vicepresidenta del gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, como responsable política de los sucesos del 1 de octubre en Barcelona, mientras destacados militantes le piden que apoye en esta coyuntura al Gobierno del PP dada la gravedad del problema y deje los reproches y las ofertas de diálogo para otro momento. Para complicar aun más las cosas, desde Podemos se pide una República para todo el país y el PNV aprovecha la coyuntura para reclamar educadamente nuevas ventajas en el mejor estilo oratorio aprendido en Deusto.

En el Ejecutivo, en cambio, no hay disidencia y todo queda en manos de Rajoy que, como siempre, oculta celosamente las bazas y apura los plazos para desesperación de sus partidarios. Por lo que respecta al Judicial, el ritmo de la intervención es obligadamente más pausado aunque ya van quedando atrapados en la tela de araña de sus resoluciones algunos de los independentistas más notables.

¿Y de los otros poderes, qué se sabe? Respecto de los medios nada nuevo que nos pueda sorprender demasiado. Al aristocrático propietario de un influyente periódico barcelonés algunos le han recordado sus pasados entusiasmos franquistas, y al señor Roures, importante accionista de Mediapro, nos lo presentan como un redivivo Feltrinelli, aquel rico editor italiano izquierdista que murió al explotarle una bomba cuando preparaba un atentado terrorista. En cuanto a la Iglesia, la gran especialista en perdones y arrepentimientos, después de aquellas proclamas soberanistas de centenares de curas catalanes se aguarda con expectación su rumoreado ofrecimiento de última hora como intermediaria de un hipotético diálogo entre el gobierno del Estado y el de la comunidad autónoma sediciosa. Del poder financiero (que ya advierte de deslocalizaciones en Cataluña) ya hablaremos otro día.