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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La evaluación

Una de las sorpresas que ha deparado este verano que parece no acabarse nunca -sus calores empezaron en marzo y da la impresión de que, con algunas oscilaciones, van para largo- ha sido la extraña noticia según la cual la Xunta ha decidido contratar a una empresa privada para que estudie y evalúe los niveles de trabajo y el rendimiento de sus funcionarios. Podría, seguramente, hablarse de medir su productividad, pero no está muy claro si ese será de verdad el objetivo o el encargo será a medias propagandístico y a medias un mero sondeo. Ya se verá.

(Aunque no es la primera vez que lo público por antonomasia, que es la propia Administración, se va a lo privado para "examinarse" -lo que algunos dirían algo así como "hacerse un lifting"-, se califica de "extraña" esta decisión adoptada por Vicepresidencia porque, con toda franqueza y desde una opinión respetuosa, no resulta sencillo entender que cuando se tienen más de cien mil trabajadores y declarado el "estado de ahorro" haya que recurrir a otros para auditar sus rendimientos y evaluarlos. Aunque nada se especifica acerca de qué ocurrirá después.)

Hay, quizás de forma injusta, una sombra de sospecha en el sentido de que el encargo -previo pago, como es natural- parte de la suspicacia de que ese estudio no puedan hacerlo con objetividad los propios funcionarios a pesar de que sus puestos, en teoría, la garantizan, así como la profesionalidad de sus dictámenes. Una sospecha -aunque ese nombre pueda sonar feo- que se acrecienta cuando se comprueba que del "examen" quedan excluidas áreas que, como Sanidad, Educación y otras, suman el mayor número de personas que trabajan con carácter público.

Quien esto escribe, que en principio no olvida la decisión de la Xunta de auditar desde dentro las áreas sanitarias, confía en la Administración y en que separa ese concepto de los nombramientos y designaciones políticas porque solo buscan lealtades ideológicas y/o personales y no criterios objetivos, e insiste en que, a poco que se reflexione, hay una clave. Y es que si se acude fuera para estudiar lo de dentro es quizás porque se confía más en la perspectiva exterior que en la interior. Y mala cosa sería esa por sus efectos, aparte de los precedentes.

Peor aún: eso podría llevar a la conclusión de que, ya puestos y si los resultados lo aconsejasen, saldría mejor privatizar toda la Administración. Es una boutade, cierto, pero la exclusión de sanitarios y docentes podría ir en esa dirección, porque atienden servicios cuya naturaleza exige la presencia de lo público aunque a día de hoy ya se compatibilizan con lo privado. Y si bien resultaría rechazable -queda dicho- esa conclusión como "falsa" o "absurda", no es sino un compendio de sabiduría -desconfiada- popular, que advirtió lo del "piensa mal y acertarás".

¿O no...?

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