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De vuelta y media

El Hotel Universo

Pontevedra conoció la modernidad en aquel establecimiento tan chic y disfrutó mucho de sus bailes y fiestas en los felices años 60

El Parador de Turismo Casa del Barón se inauguró a principios de 1955 y a finales se empezó a construir el Hotel Universo. Pontevedra consideró resuelto por esa feliz coincidencia su acuciante problema de falta de un alojamiento digno para visitantes y turistas, una carencia que trajo de cabeza a las autoridades locales. En lugar de uno, la ciudad dispuso de dos locales capaces de satisfacer a una clientela exigente.

El Universo abrió sus puertas la víspera de la Peregrina de 1958. Pero aquel sábado, 9 de agosto, no hubo una inauguración a bombo y platillo, sino una puesta en marcha en precario. La terminación del hotel se dilató un año largo -inicialmente prevista para febrero de 1957- y el director Rafael Trigo no quiso esperar más.

Probablemente Luis Miguel Dominguín fue su primer cliente famoso, puesto que al día siguiente toreó en el coso de San Roque junto a César Girón y Francisco Antón "Pacorro". A partir de entonces, año tras año, los toreros y sus cuadrillas de la feria de la Peregrina se convirtieron en asiduos clientes.

FARO publicó aquel domingo el primer anuncio del Universo, que reseñaba su "inauguración a todo confort con servicio esmerado de cafetería, restaurante y parrilla". La otra parte de su publicidad destacaba sus "habitaciones con cuarto de baño y teléfono" en Benito Corbal 32.

Cuando a mediados de 1955 Honorata Menlle Pena solicitó al Ayuntamiento el permiso correspondiente para la construcción de "un hotel de viajeros de primera categoría, clase B", condicionó su ejecución a la obtención de facilidades crediticias y administrativas para afrontar una obra tan costosa.

El pleno corporativo no solo dio luz verde al proyecto durante una sesión celebrada el 30 de septiembre del mismo año, sino que aprobó por unanimidad una declaración a su favor de "interés municipal" con los beneficios consiguientes. Luego Francisco J. Sánchez Cantón realizó en Madrid fructíferas gestiones a fin de lograr otras ventajas turísticas, que la familia propietaria agradeció públicamente al ilustre profesor.

El Universo se levantó sobre un céntrico solar de 1.000 metros cuadrados, a caballo entre Benito Corbal y Sagasta. El diseño se encargó a Juan Argenti Navajas, que sumó a su prestigio como arquitecto su condición de alcalde de la ciudad, una compatibilidad permitida entonces que aportaba ciertas ventajas. Y puso la obra en manos de Lisardo Álvarez López, un contratista muy experimentado de reconocida trayectoria.

Una vez acabado, el edificio de granito mostró en su conjunto un porte magnífico, sobrio y digno a un tiempo. El hotel iba a disponer en su origen de 40 habitaciones, pero el proyecto creció durante su construcción y acabó con 52 habitaciones repartidas entre sus tres plantas.

La entrada principal se ubicó en la misma esquina entre ambas calles. Al traspasar la puerta estaba el hall, la recepción, un guardarropa y una tienda de regalos y souvenirs. El ala izquierda disponía de una sala de estar o de lectura, seguida de un atractivo bar con entrada independiente desde Benito Corbal. Y el ala derecha albergaba el comedor principal con grandes ventanales al parque de verano, instalación anexa que ocupaba otros 600 metros cuadrados hacia Sagasta, además de las cocinas y sus equipamientos.

Sin duda, el Universo aportó a la ciudad un halo de modernidad en los felices años 60. No era lujoso en exceso, pero si resultaba muy "chic". Pontevedra disfrutó mucho de su categoría indiscutible, hasta entonces desconocida por estos pagos desde el cierre del restaurante-sala de fiestas Urquín, otro referente de la hostelería local que se adelantó a su tiempo.

Una nominación explícita a sus primeros clientes pontevedreses en 1958 constituye la mejor prueba de esa aseveración:

El gremio de ultramarinos celebró su almuerzo anual con motivo de la festividad de su patrón, San Miguel. Las industrias químicas hicieron lo propio con una cena-baile en honor a San Alberto Magno. Y el Magisterio provincial también conmemoró allí el día de San José de Calasanz. Todos ellos estrenaron sus instalaciones y sus servicios en los primeros meses.

A título personal, el doctor Rafael Latorre, prestigioso traumatólogo y director del sanatorio Santa Rita, festejó su onomástica con diversos invitados de la mejor sociedad pontevedresa. Poco tiempo después, Jaime Magdalena Castiñeiras recibió un homenaje ofrecido por sus amigos tras aprobar las duras oposiciones a oftalmólogo del Estado.

A lo largo de 1959 llegaron los primeros banquetes de bodas que el hotel sirvió con refinado esmero: Marilú Fonseca Rivas, hija de Luis Fonseca Quintairos, y el ayudante de montes Manuel Bellido Neyra. Marisa Moreira Carrascal y el juez de instrucción Carlos Belver García Lis, hijo del presidente de la sección segunda de la Audiencia Provincial. Anita Pérez González y el industrial Emilio Calvete Cascalla, etc.

Aquel mismo año, el Universo se sumó por primera vez a las Fiestas de Primavera, o sea los bailes de Carnaval, una efeméride que abrió con una "cena americana", seguida del obligado baile. A finales de 1959, los miembros del popular Vespa Club celebraron allí su primer aniversario.

El Universo se convirtió rápidamente en un referente sin par que alojó a cuanta persona importante, famosa o distinguida pasó por estos pagos en los felices años 60: compañías de teatro y de revista, equipos de fútbol, toreros y cuadrillas, clubs deportivos, escritores, diplomáticos y artistas de todo pelaje y condición. Su nominación resultaría imposible.

Con particular esmero atendió su servicio de bar y restauración, que creó escuela; otro tanto hizo con su espacio dedicado al ocio y divertimento. Desde sus inicios tuvo siempre un ojo puesto en Vigo y otro en el Norte de Portugal a efectos publicitarios para ampliar su variopinta clientela.

Su historia daría sin duda para una película genuinamente pontevedresa, al estilo de El Gran Hotel Budapest o El exótico hotel Marigol.

Si el Hotel Universo marcó una época en la intrahistoria de esta ciudad, a ese mérito contribuyeron no poco las magníficas fiestas de su parque de verano y, sobre todo, los bailes y saraos de su legendaria Boite, merecedora por sí sola de un capítulo aparte la próxima semana.

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