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Joaquín Rábago.

Como un sátrapa

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se ha portado en su primera visita a la OTAN más como un sátrapa o como el matón de la clase que como un aliado o un primus inter pares.

Dejando a un lado los más simples modales diplomáticos, Trump les leyó la cartilla a sus socios: veintitrés de los veintiocho miembros de la organización militar no pagan lo que deben, y eso "no es justo para el pueblo americano".

Y además ya no se contenta Trump siquiera con ese 2 por ciento del PIB de gasto en defensa al que todos los países se comprometieron en su día y que la mayoría ni siquiera cumple, sino que eso es para él lo mínimo.

Acostumbrado a mandar en sus empresas y a despedir a quien no es de su agrado, el señor de las torres Trump se siente sin duda más cómodo entre dictadores y monarcas feudales que entre dirigentes de países democráticos.

Así, al rey de Arabia Saudí, de ese país de gobierno medieval y exportador de la ideología wahabita, la más radical e intolerante del islam, le calificó incluso de "gran señor".

De nada sirvieron para aplacar a Trump las posturas conciliadoras de la canciller federal alemana, Angela Merkel, y otros dirigentes de la Alianza; de nada sirvió tampoco la inauguración en la nueva sede de la OTAN de un monumento a la memoria de las víctimas de los atentados del 11 de septiembre.

En lo único que uno le daría la razón a Trump es cuando dijo con claro sarcasmo que se negaba a preguntar cuánto ha costado esa nueva sede en Bruselas. La cifra revelada por la prensa es 1.100 millones de euros.

Aunque tal vez más que el precio del edificio, lo que le irrita al empresario inmobiliario Donald Trump es que se decidiera construirla antes de su llegada a la Casa Blanca.

Por lo demás, Trump ha conseguido que la OTAN se sume como organización militar a la coalición internacional antiterrorista, venciendo las resistencias de algunas capitales, sobre todo Berlín.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, se preocupó por su parte de garantizar que esa alianza, supuestamente de defensa, no se implicaría en acciones directas de combate contra el ISIS.

Los miembros de la OTAN son ya miembros a título individual de la coalición antiterrorista, por lo que se trataría sobre todo de una acción simbólica.

Pero cuando el ISIS se encuentra cada vez más a la defensiva en Irak y Siria, ese simbolismo podría darle nuevas alas porque en buena parte del mundo árabe se presentará como una "nueva cruzada" de Occidente contra el Islam.

Y, como por desgracia han demostrado una y otra vez los atentados que ensangrientan nuestras ciudades, la locura terrorista no es algo que pueda combatirse con métodos militares.

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