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Bajo el sol del Ampurdán

El mercado de Palafrugell arranca cada mañana con el ritual de los puestos de las payesas despachando fruta y verdura de proximidad y el "mercat del peix", espacio límpido, para un género que luce fresco y aseado. En el atardecer del estío, se amplia la oferta con el mercado de la tarde, alegato comercial del lugar donde nació Josep Pla, hijo ilustre de una familia acomodada de la localidad.

Allí se ha inaugurado una mezquita (la cuarta de nueva construcción que hay en Cataluña), lugar de culto para los 4.000 musulmanes empadronados -el 20% de la población- y que, dado que el Islam no permite pedir créditos, han tenido que financiar con sus donaciones.

Josep Pla, inconformista genial, fue corresponsal parlamentario de "La Veu" en Madrid, colaborador de "El Sol" y autor del Quadern Gris, su obra magna. De joven ya leía a Montaigne y más tarde se encandiló con el programa nuclear del general De Gaulle hasta el punto que, en 1965, propuso al Gobierno la construcción de una central nuclear en Pals, entre la desembocadura del río Ter y los terrenos, pertenecientes a la familia Coll de la Cámara, exiliados cubanos despojados por Fidel. Estos terrenos fueron cedidos a Radio Liberty, para instalar la emisora, que difundía propaganda de la CIA a los países detrás del telón de acero. Aquello no prosperó y la central fue a Vandellos.

Mis anfitriones cuentan que los adelantados que fueron llegando al Ampurdán, eran veraneantes barceloneses a quienes los locales llamaban, con intención burlesca, "pixapins" (meapinos, invasores de fin de semana, desconocedores de las costumbres locales) y "camacus" (forma tierna de ridiculizar a los capitalinos, extasiados al ver un campanario o una vaca).

Camino de La Bisbal, alto inexcusable en una masía del siglo XVIII que cuenta con helipuerto y cargador para coches eléctricos Tesla, Mas de Torrent tiene un inconfundible aire conventual y no admite fumadores. Tampoco da cuartel a los gritos ni la mala educación. En la tranquilidad del feudo de Herodes, la naturaleza induce a la contemplación y apenas se ve personal del hotel, lo que puede explicar que no haya servicio de recogida de maletas.

En este peregrinaje -de masía en masía- visitamos en Mas Ventós a Pere Portabella, a quien frecuenté en los tiempos transversales de la Transición, años en que fue senador en la Plaza de la Marina Española. Tengo que confesar que siempre me intrigó aquel "suquet de peix", en que políticos, empresarios e intelectuales, que de otro modo no habrían coincidido nunca, se apareaban cada verano -durante veinticinco años- en una cena veraniega, convidados, en mangas de camisa, por el cineasta de Films 59 (la productora de "Los golfos", de Carlos Saura, "El cochecito", de Marco Ferreri y "Viridiana", de Luis Buñuel).

A la sombra de dos imponentes encinas, mientras Annie, monegasca y compañera de travesías, atarea un aperitivo reparador, hablamos con energía contagiosa del "Informe general II. El nuevo rapto de Europa", "cómo la ciudadanía transforma la política", tan actual en tiempos de ebullición como estos, con nuevos agentes políticos y sociales en el paisaje urbano y la crisis institucional y política como telón de fondo.

Almorzamos en Mas de les Vents, donde resaltan pasillos alfombrados de césped cortado a navaja, sin concesiones ni estridencias, en un espacio de uso agrícola convertido en jardín por Fernando Caruncho, paisajista geómetra y minimalista. Aquí se alternan altivos cipreses con recios olivos, ya cargados de fruto incipiente. La silueta del guerrero de Berrocal al fondo de la sala desde la que se avistan cuatro albercas que abrazan campos de trigo que, al cimbrearse, doran la tarde ligeramente ventosa. De postre, la energética anfitriona nos sorprende con unos "bisbalencs", pasteles a base de hojaldre, piñones y cabello de ángel.

Desconocía que los catalanes fuesen tan golosos, como me comentan las viudas del Ampurdán, y que la diversidad en el surtido, prácticamente un pastel diferente en cada pueblo, explica la pujanza de los reposteros, gente que goza de prestigio social, a base de ganarse bien la vida. Lo mismo que ha hecho la alta burguesía -que se afincó en S'Agaró, cuando aún no había hecho su aparición la presión inmobiliaria- vendiendo sus "casas para faisanes" a rusos que las han comprado, con frenesí. Quizás estos no sepan quién fue el inmenso arquitecto Rafael Masó, ni Josep Ensesa, referencias imperiosas para entender el estilo noucentista de aquellas residencias que ahora apresan con denuedo.

También está Santa Clotilde, en Lloret de Mar, el jardín más afamado de la Costa Brava que rememora la época dorada. Y Calella de Palafrugell, donde Serrat compuso "Mediterráneo", en el Hotel Batlle, ante la playa de Port Bo y donde pronto dará un concierto solidario acompañado de Silvia Pérez Cruz, a cuyas habaneras, "Vestida de nit", me introdujo mi querido amigo, Joan Mas-Brillas.

La última estación, Mas Comas del Brugar, masía fortificada, cuyos archivos la anclan en 1380. Uno de los propietarios, un tal Miguel, hizo el "sitio de Gerona" contra los franceses a favor de los Austrias. Para financiarse, aportó su fortuna personal y la de los que creían en la causa. Murió sin tomar la precaución de decir dónde guardaba tan apetitoso caudal. Desde entonces, revolver por el bosque, a probar suerte en la búsqueda del tesoro, es plan de domingo para los de Vulpellac. La leyenda que lo envuelve, esencial "realismo mágico", hace las delicias de la familia.

Se acabaron los toros -básicamente para turistas- y el ocio es el mar. Testigos de ello son puertos con prestigio: Roses, Sant Feliu, L'Estartit y Palamós, en cuyo Club Náutico un solícito camarero turinés, Pino, trasiega con garbo la gamba roja y los -carísimos- pulpitos de la costa, que no alcanzan la excelsitud de los minúsculos polpets de Ca'l Isidre. Alguno de mis amigos barceloneses ha pedido un crocante que le trae recuerdos de aquellos años sesenta, en que Ava Gardner rodaba "Pandora" en Tossa de Mar. Pino hace el tifo por el Torino, rival local de la Vecchia Signora, hueso duro de roer para los equipos de fútbol españoles. Y si no, al tiempo.

Y de postre, "recuit", un queso tipo requesón que se elabora en pueblos -La Nuri en Ullastret y y Quim Martell en Fonteta- donde lo manufacturan artesanalmente desde tiempos remotos. Se suele comer de postre, endulzado con miel o mermelada, aunque los más osados, como Ferran Adrià, le ponen batido y con anchoas. Excelente contraste.

Josep Pla, enemigo acérrimo de la prisa por la prisa, se paseó por el mundo con el jupetí y la barretina, con una visión actual, casi nueva, rozando en ocasiones la transgresión en lo cotidiano y en lo espiritual. Todo ello sin dar explicaciones, sólo color y música -antigua pasión ampurdanesa- decía que los colores de su tierra son dulces y la luz tamizada.

Explicó a todos los países que se extienden más allá de La Bisbal que era un payés ampurdanés, por qué la golondrina le orbitaba, por qué las vendimias en Palafrugell eran modestas y por qué al terminar el verano se despiden en quebranto los grillos de la comarca. Su legado eterno, su ominoso olvido, su prosa suculenta, en catalán y castellano, son refugio seguro bajo el sol del Ampurdán.

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