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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Sobre el centro de gravedad

Bien porque lo merece por sus cualidades excepcionales para jugar al fútbol, bien por habilidad de su agente para publicitarlo, en la prensa deportiva de estos días pasados se especuló extensamente sobre la posibilidad de que el joven internacional francés Kylian Mbappé (18 años) acabe fichando por el Real Madrid. Casi nadie lo conocía con anterioridad y hubo que recurrir a esos eruditos del fútbol que graban hasta los partidos de la Liga de Sierra Leona, para que nos hicieran un informe sobre su personalidad dentro y fuera de los terrenos de juego.

Por lo demás, se siguió en todo el protocolo de don Florentino Pérez cuando necesita ilusionar a su afición con un nuevo fichaje estrella. Primero se fija la atención sobre el objetivo, luego se alaban sus condiciones y su precio (a ser posible muy elevado, lo barato no interesa), y luego ya convertido en un fenómeno mediático, se inicia un largo tira y afloja con el equipo al que pertenece que se niega en principio a venderlo. Mientras tanto, el aludido calienta motores proclamando que la gran ilusión de su vida es jugar en el equipo blanco al que es aficionado desde niño.

A esas alturas del proceso, los aficionados ya están persuadidos de que si el objeto de deseo no cae en sus manos padecerán una horrible decepción. Y es en ese momento de tensión insufrible cuando aparece en escena don Florentino, tira de chequera, cierra el traspaso y se deja fotografiar con el nuevo fichaje, felices y sonrientes los dos como si fueran novios.

Hemos visto muchas veces esa escena pero no podríamos aventurar si la hipotética contratación pudiera resultar o no un éxito. Al fin y al cabo, el dinero sirve tanto para comprar lo bueno como lo malo. Después de hecha esa reflexión, tuvimos oportunidad de ver cómo España le ganaba holgadamente a Francia y el citado Mbappé no se hizo notar demasiado pese a los esfuerzos de los locutores por destacar cualquier cosa que hiciese. En comparación con él, nuestros extremos lucieron más rápidos y habilidosos. No obstante, el episodio ha servido para destacar, una vez más, la importancia de un centro de gravedad bajo en un jugador de fútbol en la medida que facilita las maniobras de pase, disparo y regate.

Y digo lo que antecede porque algunos comentaristas, a propósito del joven jugador francés, señalan que tiene unas piernas anormalmente largas respecto del tronco, una circunstancia en principio negativa pero que a él no le impide desempeñarse con elegante eficacia. Según expertos en la materia, tras los pertinentes estudios biomecánicos y antropométricos, ha quedado demostrado que la proporción ideal es de un 55% de la cadera a los pies y un 45% de la cadera a los hombros. Los que no somos expertos en la materia hemos de dar por buenos esos datos ya que tenemos guardada en la memoria la imagen de grandes jugadores que a simple vista cumplían con esas proporciones.

Los dos casos más recientes y más famosos fueron los argentinos Messi y Maradona y los brasileños Romario y Mauro Silva. Pero antes hubo otros como Kopa, Puskas, Kubala, Di Stefano y Pahiño. Y más modesto y cercano, en el pueblo de mi padre, Romualdo, el único cormeño que jugó en Primera División.

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