Como soy y moriré tocapelotas -pero no hipócrita- confieso que prefiero la expresión "crimen pasional", caída en desuso, a "crimen machista". Se percibe en machista la mano de plomo de cierto feminismo rencoroso, cargado de revanchismo y odio para con el género/sexo masculino. Pero, por extraño que pueda parecer, algunos hombres -por oportunismo, convicción o pusilanimidad- adhieren a métodos del feminismo pendenciero y se someten gustosos a su liturgia guerrera en cruzada contra el enemigo designado: el varón de derechas o sociológicamente conservador.

Aun así, el feminismo sexualmente guerracivilista perderá la batalla en el largo plazo. La lógica es masculina; la inteligencia, femenina. Las mujeres, en conjunto, son demasiado inteligentes para dejarse manipular por las feministas en guerra de sexos permanente.

Colocándose medallas

Cada vez que surge la oportunidad -un crimen, por ejemplo- unos cuantos profesionales del pasteleo progresista se autoimponen medallas de hojalata, pieza periodística mediante. ¿Son sinceros y objetivos? Esto es: ¿las dolientes columnas contra el feminicidio reflejan la detestación de la violencia en general? No creo.

Resulta tan ostentosamente evidente que la opinión pública se ha posicionado contra la violencia de género que añadir unas cuantas banalidades más suma la hipocresía a la fatiga. Aunque este tipo de violencia sigue siendo noticia, las piezas periodísticas de opinión que tratan el tema hace mucho que agotaron la originalidad analítica y argumentativa. Lo que se pergeña ahora, más que denunciar el problema sirve a la propia promoción política, cultural o profesional de articulistas y columnistas que, a falta de imaginación para atacar sujetos de mayor calado intelectual, han encontrado un auténtico filón en la denuncia estereotipada del machismo genérico.

Días atrás leí sendos artículos de masculina autoría, relativos a un violento suceso ocurrido en Chapela. Uno de los columnistas, notorio independentista, tituló sin sonrojo la pieza Terrorismo machista, sospecho que con la intención de banalizar el terrorismo político que nunca condenó, ni en Galicia ni en el País Vasco.

La amalgama entre terrorismo y feminicidio no es gratuita. Busca endosarle a la derecha -o, más concretamente, al PP- toda la violencia de género. Poco importa a los amalgamadores que, de existir, el terrorismo machista sería propio de Suecia o Finlandia que doblan a España en número de mujeres asesinadas por cada 1.000 habitantes.

Compadece al delincuente

En Chapela, el asesino se inmoló llevándose por delante a su expareja. Y yo, desde la ignorancia, pienso en la letra pequeña que debe haber en el drama familiar y me inclino por el crimen pasional. E intuyo al asesino-suicida como persona profundamente infeliz que, aunque solo fuera por eso -por persona y por infeliz- es digna también de caritativa compasión. "Odia el delito y compadece al delincuente" , repetía incansablemente Concepción Arenal.

Menos caritativo es el inevitable desprecio que resiento para con el oportunista que se singularizó con un artículo en el que insultaba al muerto (a ferocidades de este asasino) forma especialmente cobarde de profanación que, sobra decir, no resarce a la víctima. Evidentemente, no decía nada nuevo. El tema está tan trillado que solo se le puede sacar punta exprimiendo el morbo en la sección de Sucesos. ¿Qué se puede decir en Opinión de la violencia machista que no se haya dicho ya? Y sin embargo?

Y sin embargo, en su supuesta detestación de la violencia, nada dice el susodicho, puntal de ProLingua, cuando sus camaradas nacionalistas acosan a las pacíficas manifestantes de Galicia Bilingüe. Nada dijo tampoco cuando su compañero de partido -exalcalde de Vigo- fue denunciado por su pareja por violencia doméstica. Y ese columnista miró mansamente para otro lado cuando el Gran Manitú del BNG, y vicepresidente de la Xunta, fue objeto de denuncias substanciadas por la esposa.

Tuiteando odios

El caso del segundo articulista es del mismo tenor. Miembro de los círculos de Podemos, depuso en un artículo clásicamente banal los usuales tópicos respecto a la violencia machista pero ni palabra contra la violencia asesina de los amigos de Josu Ternera que su organización ampara, o al menos exculpa, en el País Vasco. Podemos, no hay que olvidarlo, rechazó participar en el minuto de silencio por Rita Barberá pero sí lo hizo cuando la muerte natural del etarra Periko Solabarría.

Cabe sospechar que lo que se pretende en ambos artículos es señalar insidiosamente al hombre de derechas como agresor arquetípico. Sospecha que se confirma sabedores que Carmen Santos -secretaria general de Podemos Galicia y viceportavoz de En Marea- endosó en tuit al PP los asesinatos de género: "Reivindicamos que non nos asasinen señores do @ppdegalicia".

Qué barbaridad. Los militantes del PP nunca han rebajado a ninguna mujer al nivel de puta coja, que es como le llamó a la señora Santos una compañera de partido. Este terrorismo verbal sí que da alas a la violencia de género y no los discursos del PP.

El clima que hace prosperar los asesinatos de mujeres se origina más en la permisividad, relativismo del todo vale, inmadurez narcisista, relajación de costumbres y sectarismo carente de autocrítica de la izquierda, proyectado a toda la sociedad, que en el paternalismo ordenancista de la derecha. Ya desde los tiempos de Margarita Nelken la izquierda mostraba su desprecio por las mujeres del pueblo (fomentando la ideología supremacista) considerándolas descerebradas, manipuladas por la Iglesia, a las que no se podía otorgar derecho de voto para que no lo ejerciesen a favor de la derecha.

Pondal, violador

Históricamente, en Galicia el nacionalismo sacia su brutalidad aldeana en los abrevaderos del desprecio a la mujer. El tullido mental, racista de insondable imbecilidad que fue Eduardo Pondal llegó a escribir, en primera persona, un poema jactándose de una violación (en Queixumes dos pinos) :

"Pilleina antr'os pinos soa,/alba de medo tornou;/quijo fugir, mais non pudo,/que sabe que peixe eu son./

Rogárame de rodillas,/de rodillas me rogou;/tembrou como a vara verde/qu'estremece a virazón./

Cal quen teme ser oída,/dixo: "Pïdocho por Dios...!/

"Estás fresca - lle contesto - ,/vente a min con oracións!/

Non solta nunca o raposo/a galiña que pillou,/astra zugarlle o mel todo/non solta a fror o abellón,/

nin a branca e doce pomba/ larga o montesío azor"

Estoy convencido de que cualquier persona de bien escupirá en la tumba de este tarado, sin adarme de mala conciencia, ciscándose al tiempo en las coronillas de los patanes que lo siguen promocionando. Pero lo peor es que obligando en el colegio a los adolescentes a frecuentar la obra de semejante mamacallos, cuando lleguen a adultos se apartarán asqueados de la literatura en gallego.

El autobús rosa

Por otra parte, es imposible combatir adecuadamente la violencia de género mientras las feministas no muestren más coherencia global.

Hace poco, una organización promocionó en varias ciudades la circulación de autobuses muy llamativos con el siguiente mensaje: "Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen". De inmediato, alcaldes, fiscales y jueces ordenaron interceptar y bloquear los autobuses aduciendo odio discriminatorio dirigido contra los niños transexuales. En las batallas ideológicas, hay adultos muy hábiles a la hora de poner a los niños en primera línea a modo de escudos humanos.

La prohibición legal de circulación de los autobuses en cuestión nos retrotrae al fascismo de manual que vivimos otrora. Fernando Savater, en declaraciones a la Tribuna del País Vasco vino diciendo lo mismo: "No veo por ninguna parte incitación al odio en el autobús de HazteOir.org". Y añadió :"Hay miedo a irritar a grupos de presión ideológica especialmente susceptibles y camorristas".

Nada del batiburrillo estaliniano-socialista-podemita surgido del magma populista políticamente correcto me espanta (dije en alguna ocasión que entiendo por políticamente correcto renunciar a pensar por cuenta propia para ser admitidos por la chusma cerril). Pero menos me sorprendió aún la incoherencia de las feministas al no asumir en este asunto la iconografía vaginal, y la vulva del autobús lo era, como distintivo simbólico de la feminidad y del feminismo.

En efecto, en el Día Internacional de la Mujer a buen seguro los lectores habrán visto por el mundo adelante fotografías de militantes feministas reivindicando la condición de mujer con un triángulo (símbolo púbico-vaginal) obtenido al unir las manos con los dedos índice y pulgar. O sea, las mujeres tienen vulva y de ello presumen. Con razón y felizmente para todos.