Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El meollo

La trasgresión del Carnaval

"Eu xa non distingo hoxe un desfile de Carnaval dunha Batalla de Flores".

Ese dardo certero sobre el Carnaval pontevedrés lanzaba el otro día en este periódico el señor Peón Estévez, que habla con conocimiento de causa puesto que tiene un grado en dicha materia. El señor Peón Estévez ejerce como fiel continuador de una saga familiar de "predicadores", figura popular en San Adrián de Cobres, parroquia vecina de recia tradición festiva.

Transgresión, crítica, mordacidad, provocación, sátira?..siempre en el ámbito local después de no dejar títere con cabeza del mundo mundial. Todos estos conceptos resultan consustanciales con el Carnaval pontevedrés. Sin ellos, el Antroido traiciona su espíritu más genuino para convertirse en un mal sucedáneo de influencias ajenas. Un quiero y no puedo, en definitiva.

Eso precisamente es lo que está ocurriendo con el Carnaval de un tiempo a esta parte en esta ciudad, que incluso fue capaz de torear en pleno régimen franquista la estricta prohibición que pesaba sobre aquellos bailes tan divertidos como golfos. Una auténtica carnavalada resultó su cambio de denominación de Bailes de Carnaval por Fiestas de Primavera desde 1949 para arrancar así la permisividad del gobernador civil, José Solís Ruíz, y lograr su celebración a puerta cerrada en las principales entidades recreativas.

Un cierto sonrojo produce hoy el símbolo del Carnaval pontevedrés, un Ravachol totalmente amaestrado, dócil en lugar de irreverente, y sumiso en vez de canalla. Auténticamente desconocido parece el loro de don Perfecto Feijóo criticando la subida del recibo de la luz, un asunto tan alejado del ámbito local y, por el contrario, olvidando todo lo censurable que se produce a diario alrededor de la Peregrina, su observatorio por antonomasia.

En lugar de llorando de risa, como hizo Pontevedra entera en el memorable entierro de Ravachol, ahora el boticario Feijóo y sus amigos tienen que estar llorando de pena, a lágrima viva, revolviéndose en sus tumbas.

El meollo de la cuestión está en apuntar el dedo acusador hacia quienes están traicionando la memoria viva del Carnaval pontevedrés y tratan de pervertirlo con ridículos aires canarios o brasileños de pésimo gusto, a base de mucho ruido y pocas nueces.

Compartir el artículo

stats