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Crónica Política

La resignación

Así que, se mire como se mire, resulta increíble que en este país. cuarenta años después de la dictadura, nadie aún haya abierto el debate sobre la crisis demográfica. Y eso a pesar de que los especialistas, y por supuesto organizaciones internacionales de reconocido prestigio, han acusado de que Galicia podría ser, en menos de medio siglo, un país de viejos. Dicho este concepto tan sólo referido a la edad y sin el menor ánimo peyorativo.

Pero ese futuro está mucho más cerca aún de lo que se anuncia. Otro reciente informe sitúa el mal anunciado mucho antes de mediados de siglo. Las últimas cifras estadísticas hablan de que en quince años el número de personas mayores superará de largo al de los jóvenes, agravado el ranking de esos por un descenso del cuarenta por ciento en este último plazo. Y mientras, la mayoría, por no decir la totalidad, de fuerzas políticas, tocando el violón.

Algunos, sobre todo los trovadores de palacio, replicarán, y con exactitud fáctica, que esta Xunta ha reiterado la existencia, primero de un plan rechazado por la oposición, y después otro del que apenas se sabe otra cosa que lo que asegura el Gobierno; es decir, que estará redactado a tiempo. Y como en asuntos como éste lo esencial es que dure cuanto más mejor, si no se pacta entre todos -o al menos casi- es posible que ni nazca.

Pero es que hay más que reprocharles a todos. Primero, porque en la reciente campaña electoral apenas hubo referencias, y en su casi totalidad abstractas, a lo que será de Galicia si la tendencia a que los fallecidos superen a los nacidos se mantiene, al igual que si aumenta la longevidad sigue creciendo. Y como nadie rechista en serio, quizá más que de resignación habría que subir de nivel y hablar de rendición.

En otros países, con situación igual -o parecida, porque Galicia está al frente del escalafón- ya trabajan en la elaboración de planes transversales, porque al igual que es fundamental asegurarles una vida prolongada, hay que dotarlos también de otros recursos que los dialécticos. Y a las familias, por ejemplo, garantizarles no sólo cuatro cuartos en ahorro energético, consumo de agua o descuentos en el precio de los pañales.

Eso no estorbaría, cierto, pero hay que ir a empleos dignos para padres y madres, conciliación de horarios, vivienda adecuada y auténticas rebajas impositivas, no la limosna que suele repartir con nutrida propaganda el gobierno de turno y, éste, con profusión.

A partir de ahí, sí: podrá darse por superadas las fases de rendición y resignación, pero queda la de la acción. Y esas son que son palabras mayores.

¿O no...?

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