Podemos quema etapas a toda velocidad. Menos de tres años después de su constitución, el partido de los politólogos ha entrado de lleno en una fase de luchas intestinas propia de una organización más curtida. Puede aducirse que han alcanzado esa posición porque rezuman madurez, pero a juzgar por la transparencia del debate interno y el cariñoso trato que entre sí se dispensan los discrepantes ("compa, así no"), da la impresión de que están tirando a verdes. O de que han madurado para mal y ya incurren sin sonrojo (más bien con orgullo) en los errores de los partidos de la "vieja política". La única diferencia es que ventilan más sus desacuerdos a través de las redes sociales que a golpe de micro y declaración. Pero esto igual es un signo de los tiempos, un rasgo de modernidad y juventud. Para discrepar en corto y en simultáneo, Twitter; para todo lo demás, mejor reunirse delante de un café o una caña y hablarse a los ojos. Donde los cuerpos también digan cosas. A menos que ya solo puedan tuitearse.