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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los alcaldes

Aún no se había secado la tinta del texto en que se recogían los lamentos de alcaldes gallegos sobre sus dificultades para atender la demanda social de regulación de ese fenómeno cada vez más complicado que se conoce como "botellón" cuando el Gobierno anunció su intención de legislar. Se trata de reducir el problema y -claro- dotar de recursos a la lucha contra los excesos de cada fin de semana.

Por cierto, ésta no es una cuestión menor; ha generado estadísticas que ponen los pelos de punta porque un alto porcentaje de menores de catorce años admiten emborracharse con cierta frecuencia o que la gran mayoría de los de dieciséis confiesa tomar alcohol habitualmente y en cantidad durante el año. Y muchos han tenido que ser atendidos por los servicios sanitarios de urgencia. Así que cuanto antes se actúe, más tiempo se gana.

La Xunta, por ejemplo, ya se ha declarado a la espera de que el Gobierno cumpla lo anunciado por la ministra, y por tanto legisle y dote de recursos a la ley para que todos combatan el problema. Ya se han conocido algunos de sus puntos de vista que, en opinión de quien esto firma, son lúcidos, con los matices necesarios y siempre desde el respeto a la autonomía municipal.

Esas opiniones coincidían en que, por ejemplo, los concellos podrían hacer mucho más de lo que hacen para regular, controlar y prevenir el "botellón" mediante -sin ir más lejos- los efectivos de la Policía Local, un cuerpo que a través de los años ha dejado claro que su cometido ha venido consistiendo en servir de guardaespaldas a los políticos locales, regular el tráfico en los núcleos urbanos o ejercer un papel recaudador a la hora de multar por diversos conceptos a conductores y/o acompañantes.

Es por eso -tan sólo una opinión personal, por supuesto- por lo que, enlazando con otras consideraciones, habría que proponer cambios en las funciones de los agentes locales, convirtiéndolos, sino en su totalidad, desde luego a buena parte de la plantilla, en una policía de proximidad que por obvias razones conocería mejor y más de cerca a propios y extraños, sobre todo a los ciudadanos a los que debe proteger y ayudar, incluyendo los que acuden al famoso "botellón".

Quien esto escribe se permite la osadía de sugerir que, en esto del control de los excesos en el consumo de alcohol esta policía sería especialmente adecuada. Que patrullando y vigilando, sobre todo a pie, los barrios, distritos o núcleos de villas, ciudades y pueblos, harían un auténtico servicio público. Y no sólo para reprimir, sino sobre todo para prevenir que, en definitiva, es de lo que se trata. ¿No...?

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