Así que, cuando ya casi todos pensaban que la boutade aquella de una dirigente de Podemos acerca de que su partido tendría mayoría absoluta si los votantes no superasen los 45 años se había quedado en el olvido, la ha resucitado el señor alcalde de Santiago, pariente político de la autora de la frase. Y lo ha hecho descalificando al de Vigo no por sus actos u opiniones, sino por su edad.
La cuestión no tendría mayor alcance que la sandez del, señor Noriega sino fuera porque éste tiene la categoría que le da su cargo al frente de la capital de Galicia. Que es además ciudad patrimonio de la Humanidad entre otros motivos por ser referente, junto a Roma, de la cristiandad -y la antigüedad, que algunos llaman vejez, es un mérito, no un defecto- y meta de un Camino milenario. Que, por cierto,contribuyó a forjar un acercamiento entre los pueblos de Europa.
(Conste que el alcalde Noriega, antes de este rifirrafe con el de Vigo, ya fue sujeto de polémica al negarse a presidir los actos anuales de homenaje al Patrón de España y emblema de la ciudad alegando su libertad religiosa. Que nadie le discute pero tampoco se ponía en riesgo con el cumplimiento de su deber representativo de todos los compostelanos creyentes o no, que se sienten honrados de ser santiagueses.)
Ahora. Noriega reabre una discusión acerca de la edad por encima de la inteligencia política, la cultura o el curriculum de méritos. Y en todo ello está -como en apoyo ciudadano- muy por debajo del nivel de Caballero. Aunque siempre puede decirse que un mal paso lo da cualquiera en cualquier momento.
Lo peor de todo ello es que don Martiño sitúa el lío con Caballero en el marco de una protesta contra el supuesto favoritismo en ayudas de la Xunta para el desarrollo de Peinador, que supuestamente perjudican a Alvedro y Lavacolla. Una afirmación que se prueba con el sencillo ejercicio de comparación con los últimos años y que ahora manifiesta solo por razones de interés partidista el regidor compostelano.
Con todo respeto para el señor Noriega, alguien debería recordarle que Santiago es mucho más que la dimensión que él le da; que como capital es referencia y orgullo de toda Galica, y así lo entendieron varios antecesores suyos, entre ellos Xerardo Estévez; que nadie le discute esa condición -en cuyo logro ayudó decisivamente Vigo-y que ninguna ciudad pretende quitarle lo que le corresponde, como un gran aeropuerto de referencia. Pero tampoco puede pretender que a los demás se les reduzca su papel aeroportuario al de comparsa. Y menos a Vigo, la ciudad más dinámica de este antiguo Reino.
¿Verdad?
