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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

De gaitas y celebraciones

Después de la austera celebración ( por la crisis) de su segunda mayoría absoluta, en la tercera toma de posesión de Nuñez Feijóo como presidente de la Xunta de Galicia hemos vuelto a recurrir a la Real Banda de Gaitas de la Diputación de Ourense para animar el cotarro. Un elenco relativamente modesto en número que no llega ni de lejos a los 5.000 gaiteros que atronaron la toma de posesión de Fraga allá por el 2001, cuando inaugurábamos un nuevo siglo y el viejo patrón de la derecha española creía, como tantos otros políticos y profetas locos, que la prosperidad económica en cómodos plazos no tendría fin y el despilfarro era creativo. Nadie sabe cuántos, de entre aquella multitud de gaiteros que abarrotaron la hermosa plaza del Obradoiro, dominaban con cierta pericia el instrumento, o eran simplemente unos soplagaitas reclutados para la ocasión a los solos efectos decorativos. Pero en medio de aquel alboroto ese extremo fue imposible de precisar. Luego de esos excesos coreográficos, que no tienen parangón en el mundo, tanto civilizado como por civilizar (no conocemos jefe de tribu que haya celebrado su acceso al poder de semejante manera), tuvimos el paréntesis del gobierno de coalición entre socialistas y nacionalistas.

El señor Touriño y el señor Quintana quisieron patentizar el cambio de estilo desde el primer momento de su toma de posesión. Y a fe que lo lograron. Los cinco mil gaiteros de la turbamulta fraguiana fueron sustituidos por un solo interprete, una actriz recitó dos poemas, un pianista tocó una pieza conocida, y por ultimo la Real Filharmonía de Galicia le dio profundidad sinfónica a la solemnidad del acto interpretando el himno gallego. En la apoteosis de la celebración, comparecieron en la plaza los señores Touriño y Quintana, caminando juntos como si fueran dos novios desparejados. El público progresista esperaba que, tras las cuatro abrumadoras legislaturas de Fraga Iribarne, los dos nuevos inquilinos de San Caetano escogieran la vía de la austeridad administrativa y tomaran posesión del cargo en los respectivos despachos, que es lo que suele darse, salvo sonadas excepciones, en la mayoría de las naciones civilizadas. Desafortunadamente, no sucedió así. Lo que viene a confirmar que a un protocolo excesivamente pomposo y recargado suele oponérsele otro minimalista y un tanto relamido. Y tampoco está muy claro que el uno sea más barato que el otro. De hecho, el PP, ya en la oposición, criticó al gobierno del llamado "bipartito" por el, a su juicio, excesivo coste de la ceremonia de toma de posesión.

Gaitero arriba, gaitero abajo, no hay razón alguna que justifique que la toma de posesión del presidente de un gobierno autónomo supere en boato y efectos especiales a la del presidente del Gobierno del Estado. Recientemente, tuvimos ocasión de ver en las televisiones la jura del cargo del señor Rajoy y de los ministros de su gobierno ante el Rey Felipe VI. Y por los mismos medios, la ocupación de los respectivos despachos así como el sencillo cambio de carteras en los casos en los que se produjo la sustitución de su titular .Y en ninguno de esos actos intervino la Orquesta Sinfónica Nacional ni el Ballet Español para darles especial realce. La importancia del servicio público no se mide de esa manera.

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