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Francisco García.

Poco ejemplares

Una culpa nacional repartida entre el sistema, los políticos y los ciudadanos

Le echamos las culpas al sistema, que las tiene por ser imperfecto y en exceso presidencialista. Se las echamos también a los políticos, que con ellas han de cargar en parte por haber llevado al país a un callejón sin salida, a un atolladero del que ahora resulta complicado salir sin dejar muchos pelos en la gatera o el gato entero. Pero no debemos pasar por alto el fracaso de la ciudadanía. Pensemos en qué hemos hecho cada uno de nosotros en defensa de la ejemplaridad que exigimos a los políticos y al sistema. Seguramente bien poco. Criticamos la corrupción, pero en el fondo y en la forma aceptamos ese modelo de conducta como si no fuera más que la extensión contemporánea del viejo fenómeno español de la picaresca. Solo que ya no habitamos el Siglo de Oro. Y unos ciudadanos que votan una y otra vez a políticos corruptos en tantos ayuntamientos tienen poco de ejemplares, como las novelas cervantinas de Rinconetes y Cortadillos.

La opinión pública en España parece resignada y adormecida. Las mareas suben y bajan: la contestación, en este país, es siempre efímera y pasajera. Es un problema de educación, del adocenamiento a que ha conducido un sistema de enseñanza que castiga el esfuerzo y premia lo trivial y lo ramplón. Un país pegado a una televisión chabacana que encumbró a los programas basura de los ecos de sociedad y cuyo detritus se extiende en epidemia ahora a los espacios deportivos y dentro de nada la gangrena alcanzará a los debates políticos. Y el país, embobado frente a la pantalla. ¿No creen que tal vez tenemos lo que nos merecemos?

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