Steve Rannazzisi, protagonista de "The League", una serie de comedia enfocada en el fútbol americano, dijo en un programa de radio que, el 11 de septiembre del año 2001, él estaba trabajando en las oficinas de Merrill Lynch, localizadas en el piso 54 de una de las Torres Gemelas (World Trade Center 2), cuando el primer avión se estrelló contra el World Trade Center 1. Se había librado de la muerte, aseguraba el cómico, gracias a que salió de la torre donde se encontraba antes de que esta sufriera el impacto del segundo avión. En aquella entrevista, el cómico habló tendidamente sobre su trabajo en la compañía ("era un gerente; solía llevar a la gente a almorzar y a cenar"), para la cual había trabajado, decía, "un año y medio", relatando con todo lujo de detalles ("llegó la Autoridad Portuaria y nos dijeron que mantuviéramos la calma", etc.) cómo fueron los momentos previos y posteriores al ataque. Según Rannazzisi, haber visto el horror aquel trágico día, y salvarse por los pelos, le había hecho valorar más la vida, impulsándole también a no desaprovechar las oportunidades que desde entonces se le presentaban.

Un relato conmovedor y fascinante, cargado de dramatismo y acción, pero completamente falso. Tras una investigación realizada por The New York Times, diario que halló las evidencias de que su testimonio no era más que una invención, al actor no le quedó más remedio que reconocer la patraña. "No estuve en el World Trade Center ese día. No sé por qué dije eso. Es inexcusable. Lo siento de verdad", afirmó en un comunicado. El caso de Rannazzisi, quien, como cualquiera se puede imaginar, tuvo bastantes problemas para seguir ejerciendo su profesión con normalidad (Buffalo Wild Wings canceló de inmediato el contrato que tenía con el actor), resulta inquietante. La fabricación de historias suele realizarse, sobre todo, para lograr algún beneficio personal. Digamos que tiene una finalidad práctica. Sucede en el periodismo cuando alguien pretende ser reconocido en la profesión y ganar, por ejemplo, un Premio Pulitzer (existen varios ejemplos) y en la literatura cuando el novelista, escaso de ideas y atemorizado ante la posibilidad de que disminuya su popularidad, recurre al plagio para seguir agrandando su obra (también hay unos cuantos).

La gente miente en los currículums con el objetivo de encontrar un trabajo o en las citas para impresionar a la pareja. Los adolescentes mienten a los padres para que estos últimos no les castiguen y los criminales mienten a los jueces para no ingresar en prisión. Uno altera premeditadamente la realidad, en definitiva, para librarse de una sanción, alcanzar la gloria o cobrar una suma de dinero. Rannazzisi, en cambio, no lo hizo por ninguno de esos motivos. La ficción no se construyó, de acuerdo con el actor, de una manera calculada. Un día, en un club, le preguntaron si había estado allí cuando el atentando sucedió y él respondió "sí, estuve". A partir de ahí, la narración no hizo más que crecer y crecer, hasta que se dio cuenta de que ya no le pertenecía y, más importante, que ya no podía negarlo. Aunque su condición de víctima, le dijo a Howard Stern, pudo ayudarle, quizás, a superar las inseguridades que surgieron al comienzo de su carrera, ya que otros afamados cómicos, al conocer su historia, le saludaban y se acercaban a él, algo que probablemente no ocurriría en circunstancias normales. Interpretó al superviviente de un acontecimiento histórico, el más importante de nuestro siglo, que cambió radicalmente el mundo, obteniendo de ese modo el cariño y la solidaridad de sus compatriotas, quienes ahora, como es lógico, se sienten estafados y decepcionados. No pudo dejar de seguir extendiendo su mentira, porque, al apropiarse de aquella identidad imaginaria, ya había saboreado la grandeza de los héroes.