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Investidura o elección presidencial

Ante el actual atasco parlamentario para nombrar presidente del Gobierno, surgen voces reclamando un cambio de sistema que automatice la designación del Presidente y las miradas se dirigen a las fórmulas establecidas en Asturias y el País Vasco. En síntesis, se trata de desechar el actual sistema de investidura y decantarse por un sistema de elección. La diferencia está en que la investidura requiere que la Cámara dé expresamente su confianza al candidato y, por tanto, para alcanzar la Presidencia éste debe obtener más votos a favor que en contra. Por el contrario, la elección implica optar entre dos o más candidatos y, en consecuencia, no hay votos en contra; sólo votos a favor de uno u otro candidato y se presume que goza de la confianza parlamentaria el que más votos consiga. Salvo en caso de empate, siempre habrá un ganador, que será nombrado de inmediato Presidente. El problema está cuando sólo se presenta un candidato.

Tanto en Asturias como en el País Vasco son los diputados o los grupos parlamentarios los que pueden presentar candidatos a Presidente. Así pues, puede haber varios aspirantes a la vez, aunque lo habitual es que sólo haya uno, postulado por el grupo que cuenta con más diputados. En este caso de un único candidato la fórmula vasca difiere de la asturiana y, por tanto, no es cierto lo que se divulga poniendo en un mismo saco soluciones distintas. La Ley asturiana opta de manera inflexible por un sistema de elección, haya uno o varios candidatos. Esto significa que si hay un solo candidato, a éste le bastará su propio voto para ser elegido, ya que los demás diputados no pueden votar en su contra, sólo abstenerse (o votar a su favor). La ley, además de inflexible, es inconstitucional, porque el Estatuto de Autonomía exige mayoría simple en segunda votación para ser investido Presidente, lo que implica más votos a favor que en contra. Es cierto que si hay dos candidatos pudiera entenderse que la mayoría simple se cumple interpretando que los votos a favor de uno son votos en contra del otro, pero con un único candidato este carácter binario no existe si el diputado no puede votar en contra.

El Reglamento del Parlamento Vasco es más dúctil. Si hay dos o más candidatos opta por el sistema de elección y los diputados deben votar a favor de cualquiera de ellos o abstenerse. Sin embargo, si sólo se presenta un candidato, considera que el requisito de salir elegido por mayoría simple exige que los diputados puedan votar en contra. En consecuencia, con un único candidato la normativa vasca se rige por el modelo de investidura; aquél sólo puede convertirse en lehendakari si obtiene más votos a favor que en contra, o sea, si recibe la confianza expresa del parlamento.

Las ventajas del modelo de elección es que, salvo empate, garantiza un inmediato nombramiento de Presidente y la formación del gobierno, pero no la gobernabilidad si, como sucede en la actualidad, hay en la Cámara una mayoría hostil contra el candidato. El gobierno quedará bloqueado si no puede aprobar sus proyectos de ley, empezando por la ley de presupuestos. Pero la parálisis afectará también al parlamento. Esa mayoría opositora hostil al gobierno tampoco podrá imponer sus iniciativas legislativas de tipo económico o social, porque el gobierno es el que tiene la competencia para aprobar el proyecto de ley de los presupuestos generales y también para oponerse a cualquier proposición de ley que suponga un incremento del gasto o una disminución de los ingresos.

El efecto perverso de un sistema puro de elección es que no incita al partido con más escaños a buscar apoyos para tener una mayoría de gobierno, ya que sabe que su candidato será presidente al no poder los diputados votar en su contra. El sistema está diseñado precisamente para eso; no para evitar un vacío de poder, sino para evitar al candidato de la lista con más escaños tener que pactar la Presidencia del Gobierno. De este modo todos los esfuerzos por llegar a un pacto recaen en la oposición para poder presentar conjuntamente un candidato alternativo. Eso mismo sucede con el instrumento de la moción de censura constructiva. Garantiza que haya gobierno, pero no gobernabilidad.

En suma, la solución para salir del atasco no es tomar el atajo de convertir la investidura en una falsa elección, amordazando a los diputados que quieren votar contra el candidato. Tampoco en dar el gobierno al candidato de la lista más votada. Lo democrático es pactar para poder formar una mayoría. Lo democrático es ceder y saber que ceder no equivale a claudicar, pero vivimos en un país de mentalidad sumarísima. Unos desean mayorías absolutas (si son ellos los que ganan) para gobernar de manera absolutista y otros piensan que para no traicionar a su electorado deben vestir la camiseta -nacionalista o no- de Partido Radical Intransigente. Y en medio, unos grupos parlamentarios desorientados, perdidos en la niebla de la mediocridad. Si la política es el arte de lo posible, no faltan normas; faltan artistas.

*Catedrático de Derecho Constitucional

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