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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Menos gobierno, más producción

Huérfana de gobierno desde hace ocho meses, la economía española no para de crecer. No hay Brexit ni gaitas escocesas que frenen el avance del Producto Interior Bruto de España: un 3,2 por ciento con el que según el último arqueo de la UE encabeza el progreso de la zona euro, duplica la cifra de Alemania y triplica la de Francia.

La fácil explicación a este desarrollo es que el gobierno interino no puede tomar decisiones y, en consecuencia, tampoco corre el riesgo de meter la pata.

Algo semejante había ocurrido ya en Bélgica, país que se libró de los recortes decretados por Ángela Merkel al comienzo de la crisis gracias a la feliz coincidencia de estar sin gobierno durante ese período. Año y medio se tiraron los belgas con un Consejo de Ministros en funciones que, paradójicamente, funcionó mucho mejor que los habitualmente dotados de capacidad decisoria.

Se conoce que, libre de interferencias gubernamentales, la mano invisible del mercado facilita los negocios, hace más prósperas a las empresas y, de rebote, aumenta el número de empleos, aunque sea en condiciones poco satisfactorias para el trabajador.

Contrasta el avance de la producción en la España desgobernada con el caso de Italia, que padece un gobierno estable desde hace más de dos años: y eso, naturalmente, se nota. El país transalpino, tercero más poderoso entre los de la zona euro, acaba de cerrar el segundo trimestre del año con un cero de crecimiento y un muy módico 0,7 por ciento en su PIB interanual. Cinco veces menos que España, para hacerse una idea.

Es natural. A menudo se ha dicho que Italia funciona por el impulso de la economía informal: y algunos expertos en finanzas llegaron a aventurar incluso que si allí se legalizasen todas las actividades productivas, el país sufriría un colapso.

Hasta ahora, los italianos no corrían el menor riesgo de que tal cosa sucediera. La extraordinaria patria de Garibaldi conoció más de sesenta gobiernos desde la Segunda Guerra Mundial, lo que, lejos de sumirla en el desbarajuste, permitió que se constituyese en una de las naciones más ricas del mundo. Tanto como para facilitarle el ingreso en el selecto grupo G-7, que reúne al septeto de naciones con mayor relevancia financiera en el planeta.

Sea o no coincidencia, la llegada de un gobierno estable como el que preside Mateo Renzi ha llevado a la economía italiana al estancamiento.

Si hace cuatro años era España, amenazada de ruina, la que ponía en cuestión el equilibrio de la zona euro, ese papel -más bien triste- ha pasado a asumirlo ahora Italia. Con una deuda pública equivalente al 135 por ciento de su PIB y una crisis bancaria muy similar a la que no hace mucho obligó al rescate de las cajas españolas, Italia es ya la principal preocupación para los gestores de la UE y del euro.

Nada que ver, naturalmente, con la situación de España. Tras sufrir el drástico y hasta cruel ajuste de cuentas al que fueron sometidos sus ciudadanos por el Gobierno de Rajoy, el país lidera la liga europea del crecimiento en su inesperado papel de equipo revelación.

Lo más notable es que ese liderazgo coincida con un largo período de gobierno interino en el que los mandamases carecen de facultades reales de mando. Igual no es mala idea ir a unas terceras e incluso unas cuartas elecciones que alarguen esa dichosa provisionalidad. Por probar, no pasa nada.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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