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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Los suizos no quieren paga

A los suizos les preguntaron ayer si querían cobrar una paga mensual de 2.250 euros a cambio de nada: y un 75 por ciento votó que no. Hace poco se habían negado también a prescindir de la mili, que allí sigue siendo obligatoria; del mismo modo que cuatro años atrás rechazaron el aumento a seis semanas de su período anual de vacaciones. Son muy raros estos helvéticos.

Fácil es imaginar el desenlace de un referéndum como ese en casi cualquier otro país. Aunque el sueldo sin faena ascendiese a solo 600 euros, pongamos por caso, lo normal sería que tal propuesta recibiese una avalancha de votos favorables. Se conoce que, en cambio, los suizos son gente peculiar a la que no le gusta recibir dinero de gorra. O bien desconfían de que haya truco en la oferta.

En esta ocasión, los votantes prefirieron creer a su Gobierno y a los principales partidos del país que más o menos coincidían en decir que la medida sería demasiado costosa y/o invitaría a los beneficiados a dejar de trabajar. Razones parecidas les habían decidido anteriormente a votar en contra de una reducción de la jornada laboral y de concederse a sí mismos dos semanas extra de vacaciones anuales.

Extraño país, Suiza. No solo se trata de que su pequeño territorio abunde en veintitantos cantones y en cuatro idiomas distintos, alguno de ellos tan extraordinario como el romanche. Lo más notable, más allá de los bancos y las vacas, es en realidad su original sistema político.

La Confederación Helvética ofrece a sus ciudadanos un régimen de democracia directa por el que todo o casi todo es sometido a consulta popular. Ya se trate de rechazar la agricultura transgénica, de validar el voto femenino o de refrendar (a la tercera) el ingreso del país en la ONU, es el elector quién toma la decisión en referéndum. Hasta puede ocurrir que en Zurich voten sobre la conveniencia de establecer un parking para prostitutas o que un asunto tan delicado como la exportación de armas sea consultado a los ciudadanos, por si les parece mal.

Sorprende aún más la respuesta que los ciudadanos suelen dar en los mil y un referendos a los que se les somete; y en particular, su negativa de ayer a cobrar un cuantioso sueldo -o "renta básica"- por el mero hecho de ser suizos. Por falta de dinero disponible no parece que haya sido, desde luego.

Es fama que bajo las calles del país que popularizó mundialmente el reloj de cuco fluyen ríos de oro formados por billetes de todos los colores y procedencias, pues ya se sabe que, en lo tocante al dinero, ni los suizos ni -si fuera el caso- los esquimales ponen reparo alguno a la inmigración de papel moneda. Nadie cuestiona la robustez de su sistema financiero ni la eficiencia de su economía, que es desde hace años la más competitiva del mundo según los rankings del World Economic Forum (en los que España, dicho sea de paso, ocupa un tibio puesto 33º).

Si aun con esa feliz abundancia de recursos, los suizos han decidido que no pueden permitirse el cobro de una renta universal que los jubile a todos, poca esperanza ha de quedarnos a los vecinos de otros países flagelados por el paro y la escasez de los sueldos. Quizá sea por eso que la oferta más generosa para las próximas elecciones en España se reduzca a una paga de 426 euros destinada a las familias sin recursos. Y encima, no nos permiten votarla en referéndum?

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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