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El vandalismo gráfico urbano no es expresión artística

Las primeras inscripciones espontáneas conocidas, especialmente satíricas o críticas...

Las primeras inscripciones espontáneas conocidas, especialmente satíricas o críticas, tienen su origen en las paredes urbanas del Imperio Romano. El grafitismo reivindicativo se impone en nuestro país en plena dictadura franquista. Personalmente recuerdo las inscripciones en los calabozos de la policía y en las paredes de las celdas penales de aquella España sin libertades, como una compañía testimonial en la soledad. Más tarde la estética anglosajona abriría las puertas a una moda Hip Hop, cuyo mensaje era "No hay mayor placer que hacer lo que no puedes hacer".

Comprendo el grafiti como un componente de transgresión y crítica, como parte de la lucha de reclamo político-social. El grafiti como arte es una forma de gritar, de expresar sin permiso unos rasgos de color. Pero en ningún caso puede vincularse con ese otro gamberrismo estético sobre un monumento o instalación pública. El vandalismo gráfico es otra cosa, es una porquería que contamina el paisaje urbano. Es la vulgarización del grafiti en subcultura de la marranería, ajena a ningún movimiento cultural gráfico.

La firma del marrano grafico no es una pieza conceptual que vaya más allá de mostrar su Yo. Es el narcisismo llevado a la exageración absoluta. Nada relaciona a los artistas del grafiti con los marranos descontrolados que dejan sus excrecencias gráficas en monumentos, bancos y farolas públicas, fachadas o escaparates rayados, como marcas en un territorio que consideran suyo.

El vandalismo gráfico es cada vez más amplio en las áreas urbanas y a esta agresión los munícipes tienen que ponerle coto. La ciudad de Vigo comienza a estar asaltada y secuestrada por los vándalos que no respetan una puerta o pared limpias, tomándolas como expositores de su narcisismo patológico. Si el deterioro de estos espacios públicos es cada vez mayor, no entiendo a las autoridades municipales que los amparan con su silencio.

Tampoco se trata de iniciar una campaña contra todo lo que se mueva, sin hacer distinción entre el grafiti con adrenalina social y el vandalismo gráfico de tierra quemada. Quizás haya que actualizar ordenanzas, llevar a cabo una política de limpieza permanente, junto con el compromiso e implicación de la sociedad en esta prevención vandálica. Resultó un acierto el "museo a cielo abierto" que ya expusimos en FARO, para llevar el arte pictórico al alcance de todos sobre grandes murales artísticos.

No debe extrañarnos que Vigo, como cualquier ciudad, sea un escaparate de comportamientos cuando menos antisociales, pues la conciencia de un sector importante de nuestra juventud agoniza sin descanso por falta de perspectivas. Y no estaría de más establecer espacios específicos e integrarlos en lo que llamaría zonas de "grafiti social", organizado por los servicios urbanos en los diferentes distritos, para que los jóvenes puedan expresar libremente su quehacer artístico.

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