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OPINIÓN

Las cosas del querer

Hace no tanto, Vigo constituía un territorio imposible, hostil, inhóspito para los gobiernos del PP -de Santiago y Madrid-. Aquí no se podía hacer nada. Ni invertir un euro ni colocar un ladrillo. Ya no digamos cortar una cinta. Ni Ciudad de la Justicia ni nueva Tesorería ni Área Metropolitana ni puñetas. El futuro era descorazonador. De empeñarse en esa actitud, la ciudad estaba condenada al aislamiento. A la decadencia. A combatir desde la trinchera a sabiendas de que su derrota era cierta.

Así, las reclamaciones -muchas sensatas, como la aeroportuaria, el partido judicial o el rechazo a la impresentable ley metropolitana- eran recibidas por las Administraciones del PP como caprichos localistas o incendiarias declaraciones de guerra. "Están locos esos vigueses", se horrorizaban, mientras la pasta pública -o sea, la nuestra- regaba de forma incesante las tan queridas tierras del norte.

...Y de repente el milagro. Ahora en Vigo todo parece posible: Ciudad de la Justicia -con otro emplazamiento, plazos y financiación en tiempo récord-, Área Metropolitana -incluidos aquellos cambios "imposibles"-, inicio de la Tesorería... A quienes se preguntan ¿qué ha pasado?, les digo: ¿y qué más da? Sea por un acto sincero de contrición -perdonen que me sonría- o por una mera estrategia electoral -con vistas a las autonómicas y a la probable repetición de las generales-, si Xunta y Gobierno rectifican y entienden, ojalá dure, que en política querer es poder, algún paso se habrá avanzado en la dirección correcta.

Pero sigamos alerta. Bien atentos. Porque como me recordaba una paisana a propósito de las buenas intenciones: "Cando a limosna é moita, ata o santo desconfía".

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