Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De vuelta y media

La Gimnástica forjada por el capitán Enríquez

Don Leonardo fue un adelantado a su tiempo que inculcó la práctica del atletismo en Pontevedra desde los años veinte entre niños y jóvenes

Aunque el acta fundacional de la Sociedad Gimnástica se firmó el 2 de septiembre de 1927, su actividad deportiva fue anterior a su constitución oficial. La semilla plantada por el capitán Enríquez, su líder natural, enseguida comenzó a dar sus primeros frutos.

Una prueba irrefutable de esa labor discreta, pero muy fructífera, resultó el gran triunfo logrado por los atletas pontevedreses en la Copa Sansón, un certamen muy competido de ámbito gallego que tuvo lugar doce días antes, exactamente el 21 de agosto en A Coruña. Obviamente ningún campeón surge por casualidad de la noche a la mañana, ni ahora ni tampoco entonces.

Joaquín González García, Arturo y Benigno Rey Pavón, Javier Gastañaduy Ozores, Francisco Domínguez Riestra, Cándido Fernández, José Gorostola Prado y Luís Martínez Gendra, representaron en aquella cita deportiva a una entidad todavía no homologada ante el Gobierno Civil con arreglo a la Ley de Asociaciones. Estos atletas conformaron, sin embargo, un equipo ganador, a cuyo frente ya estuvo Leonardo Enríquez Rozas, capitán de Infantería, instructor de gimnasia y apóstol del atletismo.

Tres primeros puestos, seis segundos y tres terceros labraron aquel éxito memorable sobre la Agrupación Atlética Coruñesa; una victoria que precipitó la constitución de la Sociedad Gimnástica.

Joaquín González García demostró con sus triunfos individuales en lanzamiento de jabalina y disco que estaba listo para convertirse en un gran campeón nacional. No menos meritorios resultaron los segundos puestos logrados por Gastañaduy y Rey, respectivamente, en los 100 y 200 metros lisos; Fernández en los 1.500 metros; Rey en lanzamiento de jabalina; Domínguez en salto de longitud y el propio González en lanzamiento de peso.

Entre los doce días transcurridos entre el 21 de agosto y el 2 de septiembre, ocurrió un hecho relevante que propició el nacimiento de la Gimnástica: el domingo 28 de agosto, don Leonardo recibió una comida de homenaje por parte de sus alumnos para celebrar aquella victoria. Allí mismo se acordó, entre el alborozo general, la constitución de la sociedad atlética, cuyo proceso de legalización empezó a materializarse solo cinco días después.

A la reunión fundacional concurrieron veintisiete personas, tantos como años transcurridos del siglo XX hasta entonces. Además de los atletas ya citados, asistieron pontevedreses tan relevantes luego como Luís Rocafort, Bibiano F. Tafall, Carlos Lino, José María Ureta, Juan Trapote, José Besada, Narciso Raposo, Ricardo Prieto, Eloy Maquieira, etcétera.

La primera directiva elegida en dicha reunión estuvo integrada por cinco miembros: presidente, Leonardo Enríquez; secretario, José Gorostola; tesorero-contador, Luís Martínez y vocales 1º y 2º, respectivamente, Manuel Carballo y Juan Rodiño.

La sede oficial se estableció en la planta baja del emblemático edificio del antiguo Liceo Gimnasio, junto al puente de O Burgo. Inmediatamente antes que la Gimnástica se alojó el popular colegio X de Germán Adrio Mañá, y posteriormente estuvo la Sociedad Deportiva Teucro. Allí empezó a impartir el capitán Leonardo sus clases de gimnasia, cuyos horarios al amanecer y al anochecer exigían verdaderos sacrificios a los valerosos alumnos.

"Lo interesante no es ser un as, sino el dueño de tus propios músculos, capaz de obtener de ellos el mayor rendimiento posible".

Ubicada a la entrada de la entidad en lugar bien visible, esta inscripción del doctor César Juarros Ortega, renombrado psicopedagogo que llegó a presidente de la Federación Española de Gimnasia, resumía el principio rector de las enseñanzas impartidas por don Leonardo.

Potros, plintos, espalderas, bancos y cuerdas para trepar, aquel bajo amplio y diáfano contaba con los aparatos necesarios para desarrollar las tablas de ejercicios que marcaba el avezado instructor, de acuerdo con las edades de los alumnos. A ninguno pedía nada que no estuviera a su alcance.

Cuando la climatología era favorable, las clases de gimnasia se trasladaban al exterior en forma de marchas a paso ligero por la avenida del Uruguay, como evoca hoy su discípulo vivo más antiguo, Amancio Landín Carrasco, con permiso de Gonzalo Adrio Barreiro. Uno y otro todavía guardan el mejor recuerdo del capitán Enríquez, no solo por la educación física propiamente dicha, sino también por la formación moral que acompañaba todas sus enseñanzas deportivas.

Por otro lado, el campo de Progreso, habitualmente utilizado por el Eiriña CF y ubicado al final de la calle del mismo nombre, hoy Benito Corbal, acogió la preparación atlética de los primeros campeones forjados por la Gimnástica. Además de entrenar duro para mejorar su puesta a punto, Joaquín González y compañía servían de ejemplo a los chavales cuyos padres solo querían un poco de ejercicio para estimular su desarrollo corporal sano y equilibrado.

Gimnasia y atletismo, o atletismo y gimnasia, esa dualidad que tuvo por principal impulsor a Leonardo Enríquez Rozas, constituyó la característica más importante y diferenciada que convirtió a la Gimnástica de Pontevedra en una de las sociedades deportivas más avanzadas de su tiempo en España. Las actuaciones de sus atletas se contaban por victorias.

Luego, el capitán Enríquez dio paso a otros dirigentes al frente de la entidad, aunque no dudó en repetir en la presidencia cuando fue requerido de nuevo en 1931. Para entonces la Gimnástica ya se codeaba deportivamente con las mejores entidades nacionales, con Celso Mariño como principal referente.

Cuando el campo de Progreso inició su declive, los atletas trasladaron sus entrenamientos a Pasarón, alquilado por la Gimnástica hasta el estallido de la Guerra Civil.

Luís Poza Pastrana y Benigno Rey Pavón tras su detención y procesamiento en el verano de 1936 designaron como abogado defensor al capitán Enríquez, en quien tenían confianza plena. Conocedor directo del ambiente que rodeaba aquellos consejos de guerra ya sentenciados de antemano, don Leonardo sabía bien que no tenía ninguna posibilidad de hacer algo por salvar sus vidas.

Para no pasar por aquel sufrimiento inútil don Leonardo adoptó una determinación fatal: cursó una solicitud de urgencia para ir al frente de batalla de forma voluntaria y soslayar su intervención en aquel juicio amañado. Pocos meses después murió en combate tras recibir en Teruel un tiro en la cabeza el 1 de enero de 1937.

Gonzalo Adrio Barreiro, nada sospechoso de edulcorar este triste episodio, corroboró en su libro memorialista el testimonio verbal transmitido por un familiar directo de don Leonardo sobre su dramático final.

La noticia del fallecimiento de Leonardo Enríquez Rozas sobrecogió a Pontevedra entera y, muy particularmente, a la Sociedad Gimnástica, que no sobrevivió mucho a su fundador.

Compartir el artículo

stats