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Camilo José Cela Conde.

Camilo José Cela, mi padre

Me piden para este periódico, que también es el mío, un esbozo breve de lo que me aportó Camilo José Cela como padre. Pues bien, terminemos cuanto antes: me resulta imposible. No fui capaz de hacerlo a lo largo de todo un libro que lleva ese mismo título, ¿cómo podría enmendar el fracaso en un solo folio?

Quizá no sea ni siquiera necesario. Cela, mi padre, me aportó eso mismo que todo hijo recuerda del suyo. Alegrías, desengaños, certezas, dudas; sensaciones contrapuestas que, al cabo, podían resumirse en una sola frase: Tenerlo a mi lado duró demasiado poco y no supe aprovechar esos días como tesoros en los que estuve con él.

Pero algo distinto habrá, digo yo, por el hecho simple de que a alguien le importen mis recuerdos. ¿Será que mi padre fue uno de los genios de la literatura del siglo XX? ¿Tendrá que ver con que le dieron el Premio Nobel? Bueno, espero que esto último no porque "La familia de Pascual Duarte", el "Viaje a la Alcarria" y "La colmena" son los mismos libros con el Nobel o sin él.

Y sin embargo?

El día 11 de mayo de 2016 se cumplirán cien años desde el día aquél en que en la aldea de Iria Flavia nació un niño al que bautizaron con los nombres de Camilo, José, Manuel, Juan, Ramón y Francisco de Jerónimo; por fortuna al crecer y volverse célebre nada más utilizaba los dos primeros pero no toleraba que le llamasen usando uno solo de ellos. La celebridad trajo más cosas y, entre ellas, que se convirtiese en el Camilo José por antonomasia, casi como emblema de un personaje salido de alguna de sus páginas.

¿Y ahora? Camilo José Cela ya no está y tiemblo ante los recuerdos que se conservan de él. No son los míos pero ahora no me refiero a Cela mi padre, y mucho menos aún a Cela el marqués, sino a Cela el escritor. Queda por conseguir, a los cien años de su nacimiento, que se le recuerde como eso, como el vagabundo que se pateó España, como el autor de novelas que cambiaron la literatura en lengua castellana. El resto sobra para todo el mundo excepto para mí que, al releer su letra diminuta y enrevesada, puedo verle escribiendo. A veces me mira y se sonríe al ver que le espío. El corazón me da un vuelco. Igual está metido en una página de "Judíos, moros y cristianos".

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