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Joaquín Rábago.

Cristianos en tierras del Islam

No se había hablado hasta ahora tanto de los problemas que afrontan los cristianos en Oriente Próximo. Perseguidos por los yihadistas del Estado islámico, echan todos de menos la vida que llevaban antes de que toda la región se convirtiese para ellos y muchos otros en un auténtico infierno.

Lo reconoce, por ejemplo, el sirio-católico Ignacio José III Younan, nacido en Hasaka (Siria), en la actualidad residente en Beirut y como patriarca de Antioquía, cabeza de unos 180.000 cristianos de esa denominación repartidos entre Siria, Líbano, Irak y Estados Unidos.

Preguntado por el semanario alemán Die Zeit si los cristianos han gozado de mayor libertad bajo el dictador sirio Bashir al Asad, el patriarca afirma sin dudarlo: "Éramos mucho más libres".

"Es verdad que el partido Baaz (al que pertenecía también el dictador iraquí Sadam Husein) imponía su ley en toda la región, pero ello implicaba también la prohibición de atacar a otras religiones".

"El partido Baaz era laico porque los mismos alauitas habían sido discriminados como minoría. Y siempre que en la región hubo un hombre fuerte, un sultán, un rey o un presidente, los cristianos nos sentíamos seguros".

"Nos estimaban como una comunidad pacífica y diligente. Y solo éramos perseguidos cuando estallaba el caos y nadie garantizaba la paz con mano firme", explica el patriarca ortodoxo, quien confiesa no estar por eso entre quienes saludaron las "primaveras árabes".

Ignacio José III dice haber advertido ya en mayo de 2011 de a dónde llevaría todo ello, de que las revueltas y la violencia conducirían solo a sectarismos y conflictos confesionales, por lo que muchos le tacharon entonces de pesimista.

Bastaba recordar, explica, lo ocurrido en 1915, cuando estalló el caos en lo que era entonces el imperio otomano y se produjo el genocidio de armenios y arameos, que eran envidiados por sus éxitos como comerciantes y políticos.

Ignacio José III niega que él prefiera la dictadura a la democracia, pero asegura que esta no podrá prosperar mientras el Islam siga siendo religión del Estado y la Constitución se base en la sharia o ley islámica.

Para el patriarca siriaco, la guerra civil estallada en su país es mucho peor que el régimen de Asad, y Europa tiene la culpa de haber aplaudido y alentado también a "rebeldes que desprecian los valores occidentales".

"Los europeos querían seguir vendiéndoles armas a Arabia Saudí y los Estados del Golfo, y los norteamericanos continuaron su rivalidad con Rusia, todo lo cual fue aprovechado por el Estado islámico", explica alguien que conoce los problemas de Oriente Medio mucho mejor que tantos estrategas fuertemente ideologizados que han estado aconsejando a Occidente.

Y la consecuencia de todo ello es que si en Alepo, por ejemplo, había antes 80.000 cristianos de las distintas denominaciones - armenios, asirios, melquitas, maronitas, caldeos- ahora solo queda un tercio allí, en su mayoría pobres, viejos y enfermos.

Algo parecido ocurre en el vecino Irak, donde en 2003 vivían millón y medio de cristianos, el año pasado no llegaban al medio millón y ahora su número ha quedado diezmado.

En todas partes, los yihadistas marcan las casas de las familias cristianas con la letra árabe equivalente a la "ene" de "nazareno" como en su día los nazis marcaban con una jota a los judíos.

"Sed honestos, insta el patriarca a los gobiernos occidentales, buscad una solución política y exigid a los países de Oriente Próximo que permitan la libertad de religión. (?) Todavía más urgente sería que las Naciones Unidas creasen zonas de protección militar para nosotros".

"Nadie sabe lo que ha sido de los dos arzobispos de Alepo, que fueron secuestrados en abril de 2013, o del jesuita que lo fue en Al Raqa en julio de ese mismo año. Están desaparecidos, pero no interesa a nadie en Europa", se lamenta Ignacio José III. Y tiene por desgracia razón.

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