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Antonio Touriño

El mirador de Lobeira

Antonio Touriño

La decadencia poblacional llega a la costa

Cuando hace no muchos años se alertaba de la preocupante crisis demográfica en Galicia la mente de todos se centraba en pueblos de las localidades más remotas de las provincias de Lugo y Ourense. Algunos también se acordaban del Deza mientras las zonas costeras, las del litoral, parecían exentas de aquel fantasma de la terrible desertización.

Las estadísticas contradicen ahora aquella apreciación. El goteo en los padrones es incesante en O Salnés, comarca marítima por excelencia, salvo la honrosa excepción de Cambados que inexplicablemente aumenta su censo en nada menos que 450 personas y experimenta el mayor repunte en términos relativos de Galicia.

La luz roja es cada vez más potente y es necesario que se apague de una vez. En Vilagarcía, la caída ha sido de 250 personas, lo que la aleja claramente de la posición de octava ciudad de Galicia, que ostenta desde hace un lustro el municipio de Narón. Esta localidad coruñesa, próxima a Ferrol, está a muy poco de los 40.000 vecinos y su mérito es el de asumir el papel de ciudad dormitorio de una de las localidades gallegas más industrializadas.

Vilagarcía ha perdido ese rumbo y parece muy difícil que lo retome de nuevo. Perder 250 habitantes no quiere decir que los índices de mortalidad hayan aumentado frente a una reducción de los nacimientos.

No se trata de fertilidad. También hay motivos políticos derivados de las nulas acciones de los gobiernos municipales de turno, incluido el actual, que eluden su responsabilidad de tomar decisiones activas para evitar, sobre todo, que los vecinos tengan que emigrar porque en Vilagarcía no hay para comer.

La caída del empleo ha sido tremenda en los últimos años tanto en la construcción como derivadas del cierre de todo tipo de negocios. Y, consecuentemente, cientos de trabajadores han tenido que buscarse las habichuelas lejos de su ciudad natal.

Falta de infraestructuras como la necesaria autovía, deficientes transportes, nulos incentivos a las familias, incrementos de impuestos a las empresas establecidas (IAE), zancadillas al sector del mar o la agricultura coadyuvan a la crítica situación. Es una pena.

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