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Ilustres

Las esculturas de Luis Borrajo

El próximo día 16 se cumplen diez años del fallecimiento del escultor Luis Borrajo. Una muerte prematura nos dejó sin un artista lleno de inquietudes y libre de ataduras, un escultor innovador y de referencia dentro del catálogo de nuestros valores. Él estuvo en la línea de salida cuando en los años ochenta la escultura gallega se incorpora a las corrientes internacionales marcadas por la nueva escultura inglesa, por el constructivismo alemán y por la sedución de los materiales industriales, referencia clara a una cultura urbana y contemporánea. Sin embargo, para Borrajo, aún siguiendo la línea marcada por el constructivismo, sus referentes más directos fueron Chillida, Caro y Oteiza. De este último fue un admirador incondicional.

Cuando en la década de los setenta regresa a Ourense, después de estudiar diseño en Madrid, centra gran parte de su trabajo en investigar formas de la cultura popular gallega que lo llevaron a realizar una serie de esculturas inspiradas en aperos de labranza como había hecho Chillida varios años atrás.

A comienzos de los ochenta se va desvinculando de las tendencias gallegas y se implica en proyectos multidisciplinares. Así surge, junto al arquitecto Fernando Blanco, la reforma urbanística de uno de los barrios de O Carballiño. El proyecto que presentaron ambos artistas fue aprobado por el pleno municipal y pretendía ser un diálogo entre escultura y arquitectura. Cuando se comenzaron las obras estalló la polémica y el ayuntamiento las paralizó sobreviviendo solo la escultura A árbore metálica de Fernando Blanco. Resultaba evidente que esta pretensión urbanística era exagerada y con demasiadas novedades pero, la utopía radicaba más en pretender llevar a cabo una idea tan rompedora en un pueblo en el que en aquel momento urbanismo y arquitectura eran sinónimos de especulación. A pesar de todo Borrajo se sintió satisfecho por haber creado polémica entre unos y otros, los entendidos y los profanos, y así llegar al público.

Con solo un año de diferencia la consellería de Educación le encarga dos obras para centros docentes de la capital: Abeanco para Brancusi (1986, IES As Lagoas) y Xulio e os paxaros (1987, CEIP Mariñamansa). Por la proximidad en el tiempo ambas tienen aspectos en común como el uso del acero y el ser fruto del estudio y el conocimiento, como ya dijimos anteriormente, de escultores de la talla de Oteiza, Chillida y Julio González, es a estos dos últimos a quién homenajea en estas piezas.

Abeanco para Brancusi está realizada a base de elementos geométricos planos que la liberan de la masa. Inspirada de forma muy somera en la Columna infinita de Brancusi, con sus más de tres metros y medio de altura ofrece un aspecto monumental que parece querer envolver al espacio dentro de su interior. En Xulio e os paxaros, de tamaño más reducido, la materia casi desaparece estableciendose una nueva relación entre la construcción y el espacio.

De los mismos años que los anteriores es Para estar joven, título muy significativo teniendo en cuenta que su lugar de emplazamiento es a la entrada de la Casa da Xuventude, ubicación que limita el disfrute del viandante. La pieza se mantiene dentro de la ortodoxia del escultor: espacio vacío, hueco y la no dimensión. En palabras del propio Borrajo: el interior aparece oscuro y es necesario desentrañarlo al igual que sucede con los jóvenes.

Con motivo de la remodelación del jardín de As Burgas se le encarga una escultura para este lugar. El artista va a disponer de un emplazamiento ideal pues se trata de un espacio amplio, abierto y muy frecuentado. Todo ello lo va a aprovechar al máximo creando una pieza magnífica y muy innovadora: A casa da nube. Se trata de una escultura en acero cortén que al estar prevista su colocación ya en el proyecto de reforma muestra un planteamiento muy afinado de la escala, tanto desde el punto de vista material como espacial, con relación a lugar que ocupa. Borrajo consideraba que A casa nube, teniendo en cuenta su ubicación, debía ser un nexo de unión o diálogo entre el casco antiguo y la zona nueva de la ciudad.

En 2002 el artista realiza lo que sería su último encargo público en Ourense, se trata de un Desnudo femenino en bronce que fue colocado en la Alameda. El hecho de que la mujer sea representada tumbada y colocada sobre una losa de granito, a modo del pedestal, acentúa la sensación de cercanía al espectador pero también la hace más vulnerable a desaprensivos. Este Desnudo marca un hito en la trayectoria del escultor al tratarse de una obra figurativa, seguramente es su única obra pública de estas características. Desconocemos si fue fruto de las condiciones del encargo o una inflexión voluntaria por parte del propio artista.

Han pasado diez años desde que Luis Borrajo nos dejó pero su obra, con nuestra ayuda, perdurará.

(*)Doctora de Historia del Arte, catedrática de Secundaria.

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