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Joaquín Rábago.

¿Puede Alemania seguir imponiendo la misma austeridad a sus socios?

¿Puede Alemania seguir imponiendo la misma austeridad a sus socios o tendrá que relajar sus exigencias? Es la pregunta que se hacen allí algunos a la vista de lo que ocurre con Francia, Portugal y otros países como el nuestro.

En su celo controlador, el ministro germano de Finanzas, Wolfgang Schäuble, consiguió que toda Europa hablara alemán, al menos desde el punto de vista presupuestario. Pero eso parece que los tiempos están cambiando, según reconocen allí.

Y ello tiene que ver, entre otras cosas, con la crisis de los refugiados, a quienes con tanta generosidad dio la bienvenida en su día la canciller alemana, Angela Merkel, para verse luego medio desautorizada por su propio partido y sus socios de gobierno.

Alemania no tiene ahora más remedio, comenta, por ejemplo, el semanario Die Zeit, que confiar en "la buena voluntad de sus socios para limitar la entrada de refugiados en sus fronteras. Y éstos, comenta el semanario liberal, creen que pueden aprovechar la ocasión en beneficio propio.

Por lo pronto, pero a eso estamos ya acostumbrados por tratarse de un país central en Europa, Francia podría volver a violar las reglas comunitarias sobre el límite presupuestario. Schäuble, tan estricto con otros, no ha dicho nada al respecto.

A su vez, Grecia, siempre tan remolona, se ha venido retrasando en el cumplimiento de algunos de sus compromisos como la creación de un fondo de privatizaciones con el que pagar a acreedores o en materia de desahucios cuando se trata de primeras viviendas.

Atenas insistía en proteger a sus propietarios si el valor de la vivienda no superaba los 200.000 euros, límite que se le exigía, sin embargo, rebajar hasta los 120.000 y que por fin se quedó en 170.000 euros.

Esas resistencias por parte del Gobierno griego impedían que Bruselas desbloquease el siguiente tramo de 2.000 millones de euros que permitirían a Atenas pagar las facturas pendientes y se resistiese a dar luz verde a la recapitalización del sistema bancario de ese país mediterráneo.

Al ministro Schäuble, que siempre expresó dudas sobre la voluntad de cumplimiento del Gobierno de Atenas, puede resultarle ahora más difícil atacar frontalmente a Grecia por el papel de primera línea que desempeña este país en la acogida de refugiados.

Las islas del Egeo van a tener que convertirse en una especie de cordón sanitario en la actual oleada inmigratoria: allí se crearán centros de recepción de inmigrantes que permitirán el registro y la posterior distribución entre los socios de aquéllos a quienes se considere con derecho de asilo en Europa.

Como venían explicando los griegos, no es de recibo que se les exija aprobar una ley de hipotecas que acabase echando de sus casas a muchos ciudadanos mientras por otro lado se los insta a acoger a muchos de los refugiados que llegan a Europa.

Sin embargo, no son los griegos los únicos díscolos. No parece que vaya a cumplir estrictamente Francia el pacto de estabilidad, que establece un límite de déficit del 3 por ciento del PIB para 2017 a más tardar. Ni lo hará España, cuyo gobierno se enfrenta a elecciones muy difíciles en diciembre y ha decidido de pronto ser algo más generoso con sus ciudadanos.

Tampoco el primer ministro italiano, Matteo Renzi, está dispuesto a respetar escrupulosamente sus compromisos, y así vemos cómo por ejemplo su Gobierno planea desgravaciones fiscales, entre ellas a los propietarios de bienes inmuebles, que afectarán negativamente al déficit presupuestario del país.

Y bajo un gobierno de izquierdas, Portugal puede dejar de ser ese disciplinado alumno de los alemanes que ha sido desde que estalló la crisis pues adoptará sin duda medidas contrarias a la venta de empresas públicas o a favor de aumentar el salario mínimo y las pensiones.

Preocupada además por el problema que presenta la continua llegada masiva de refugiados, la propia Comisión pretende introducir una cláusula en el pacto de estabilidad por la cual se permitiría a los gobiernos excluir del déficit los gastos derivados de los servicios prestados a los inmigrantes que acojan en su territorio.

A todo ello se suma la posibilidad de que el Banco Central Europeo decida este mes de septiembre nuevas medidas de ayuda a los países más duramente golpeados por la crisis, como es también el caso de España.

Los tiempos de la austeridad "über alles" parecen tocar pues a su fin.

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