Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Francisco García.

Lo que hay que oír

Francisco García

Literalmente inalterablemente y otros anacolutos

Inconsecuencias en la construcción del discurso futbolístico

Sí, hombre, claro que me repito, cómo no voy a hacerlo si la realidad se repite más que la morcilla y nos obliga a quienes la comentamos a cansar al amable lector con nuestras redundancias. (Por cierto, que cito esta vez y no más, santo Tomás, los versos de Ángel González: "Nada es lo mismo, nada / permanece. / Menos / la Historia y la morcilla de mi tierra: / se hacen las dos con sangre, se repiten", porque es que no paro de leerlos aquí y allá, porque esos sí que se repiten dale que te dale). A lo que voy: nunca se ha ido el adverbio "literalmente", pero gracias al comienzo de la temporada futbolera renace con un vigor que asusta.

Son muchos los que escriben o dicen "literalmente" cuando quieren expresar literalmente lo contrario. "Literalmente" significa "que debe entenderse en la plenitud de su sentido la palabra a la cual acompaña". O sea que si leo que "Lora se comió literalmente a Cristiano Ronaldo" me está diciendo el firmante que el pundonoroso jugador sportinguista llevó el marcaje de la estrella funchalense hasta tal extremo que se lo zampó, se lo tragó, lo devoró, lo almorzó, desayunó, merendó o cenó (nada deseable según la legislación vigente). "Literalmente", tal y como tienen por costumbre los adverbios, modifica a "comió" y si se los pone juntitos pasan a significar que Lora se comió a CR7 al pie de la letra, tal como lo digo, así y no de otra forma, en el sentido más literal de la palabra. No se indica si el futbolista mostoleño pasó a disposición judicial por canibalismo flagrante, agravado por nocturnidad y exhibición pública. Quítese, bórrese, elimínese, por favor, el "literalmente" y ya entonces nos hacemos cargo de que "comió" se usa metafóricamente, figuradamente. Todos sonreímos cuando, presa del amor a la infancia, alguien se acerca a un niño y le anuncia: "¡Que te como, que te como!". Porque si llega a amenazarlo con un "¡Que te como, que te como literalmente!", no sé ustedes lo que harían, pero yo llamo a la Guardia Civil.

Más fútbol. Basta con que una crónica deportiva o un titular comience con el pronombre "le" y vaya un verbo a continuación para que un servidor sepa que se va a liar el asunto ese de las concordancias. Y se lía. "Le falta al Barça dos centrales", dicen por ahí; "le sobra al Madrid tanto mediapunta y tanto juego de banda", sostienen allá; "le falla al Athletic el juego interior y el creativo", opinan en San Mamés. En esos ejemplos (¡y hay tantos!) los sujetos de la oración son "dos centrales"; "tanto mediapunta y tanto juego de banda"; "el juego interior y el creativo".

Y como esos sujetos nombran más de una cosa el verbo debe ir en plural, no hay otra. "Le faltan al Barça dos centrales"; "le sobran al Madrid tanto mediapunta y tanto juego de banda"; "le fallan al Athletic el juego interior y el creativo". Fin, ya está, todos tan tranquilos. ¿De dónde demonios se sacarán estos anacolutos y para qué, qué ganamos, qué queremos fingir, qué norma superior creemos imitar? Llevemos al absurdo estas construcciones con estos ejemplos: "Le falta a usted tres certificados"; "le sobra a usted tantas disculpas"; "le falla a usted sus alegaciones". ¿No rechinan en los oídos? Pues eso, pues lo mismo.

Pues lo mismo que esos marcadores futbolísticos que "permanecen inalterables" o esas "plantillas que permanecerán inalterables durante la segunda vuelta". A ver: "inalterable" es lo que no se puede alterar; así que si un marcador va a permanecer inalterable no sé para qué vamos al fútbol. Y muy adivino hay que ser para asegurar que una plantilla va a permanecer toda una segunda vuelta sin poderse cambiar. ¿Quieren decir "inalteradas", o sea, que no han cambiado ni van a cambiar? Pues que lo digan. Que lo digan literalmente, inalterablemente.

Compartir el artículo

stats