Hay opiniones para todos los gustos en esto del intento de reducción de la población de palomas y gaviotas. Unos dicen que está muy bien porque con ello se evitará en gran parte los asquerosos espectáculos en las aceras más céntricas bajo cualquier toldo o pestaña de las casas sobre las que las palomas anidan y desde donde sueltan el lastre de sus cloacas tan libremente como les parece. Con respecto a las gaviotas, no es de negar que en muchos casos suponen un peligro para quien tiene un nido en el tejado de enfrente o en su propio balcón porque estas aves, antes solamente marinas, son capaces de atacar a quien se acerque o se asome a la ventana en defensa de sus nidos o sus polluelos. También hay quien está muy en contra de esta campaña de retirada de huevos de los nidos porque consideran que son un ataque a la mismísima naturaleza de las cosas. En medio están alarmas como la que nos llega de alguien que vive frente al Hotel Libertad donde hay una de esas jaulas carceleras en las que asegura haber visto dentro palomas torcaces de las que anidan fuera del ambiente urbano y emigran tras un tiempo de estancia. Este vecino considera que la captura de este tipo de paloma es injusta. ¿Será?

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