Por paradójico que pueda parecer, la obra Lucia di Lammermoor, uno de los más emblemáticos vehículos de lucimiento para las prima donnas, fue considerada en una primera etapa una ópera de tenor. Sería necesario sobrepasar el ecuador del XIX para que hagan acto de presencia insignes sopranos, capaces de trasladar al público las extraordinarias cualidades musicales y dramáticas de este rol. Un ramillete de grandes voces que comprende desde Nellie Melba, Jenny Lind, Adelina Patti o Luisa Tetrazzini, a las más recientes Mª Callas, Joan Sutherland y Edita Gruberova.

La ópera del compositor de Bérgamo, con su escena de la locura, siempre ha figurado entre los títulos predilectos para los amantes del bel canto y, en consecuencia, también ha aparecido en innumerables ocasiones en las carteleras de los teatros vigueses. La llegada en octubre de 1882 de la compañía del eminente tenor romano Enrico Tamberlick para la inauguración del Teatro-circo (más tarde bautizado con su nombre) forma parte de los momentos más relevantes de la actividad lírica de la ciudad. Una oportunidad única en la que pudo disfrutarse de 21 representaciones y dos conciertos líricos durante un mes, en una temporada que incluía en dos ocasiones Lucia di Lammermoor a cargo de una jovencísima Gemma Bellincioni. La diva italiana acude a Vigo como tiple ligera de la compañía de Tamberlick, pero serán sus virtudes dramáticas las que le proporcionan el éxito en ambas funciones y, posteriormente, la encumbrarán como una de las sopranos más sobresalientes de la naciente corriente verista, protagonizando los estrenos de Cavalleria Rusticana de Mascagni y Fedora de Giordano junto a Roberto Stagno y Enrico Caruso, respectivamente.

María Galvany interviene en otra inauguración viguesa, la del teatro Rosalía Castro, el quince de julio de 1900. Un recinto acompañado por el mal fario desde las vicisitudes para finalizar su construcción pasando por su intermitente funcionamiento e inesperado final, pasto de las llamas, tan solo diez años después. Ante una ansiosa concurrencia, la andaluza presenta una Lucía espectacular. A su lado aparece el Edgardo del gallego Ignacio Varela, destacado tenor que llegó a actuar en teatros como el Real o la Scala y ha sido injustamente olvidado.

La madrileña Mª de los Ángeles Morales canta la Ópera donizettiana en Vigo en agosto de 1948, cuando apenas cuenta 19 años. Su victoria en el concurso internacional de canto de la Haya la convierten en la soprano del momento y le permiten incorporarse a una gira por España con reconocidas voces como Giacinto Prandelli, Mario del Mónaco o Carlo Tagliabue. En un repleto García Barbón, el entusiasmo del público vigués obliga a María Morales a bisar su "Spargi d'amaro pianto" y le proporcionan un enorme triunfo.

Gianna D'Angelo ha sido la última gran Lucía de los festivales organizados por la Asociación de Ámigos de la Ópera. A diferencia de las ya mencionadas, la italoamericana visita Vigo para cantar este rol en 1968 ya como estrella internacional. Pupila de Toti dal Monte y, a menudo, partenaire de Alfredo Kraus, D'Angelo ejemplificaba la soprano de timbre luminoso, gran musicalidad y excepcionales dotes para el canto d'agilitá, por lo que destacó, igualmente, como la Gilda en Rigoletto o la muñeca Olympia de Les Contes d'Hoffmann. Acompañada por el tenor Gianni Laia y el excelente Renato Capecchi su éxito es "sensacional", según la prensa de la época, con ovaciones vehementes y prolongadas.

Mª José Moreno, se une, pues, a este póker de ilustres novias de Lammermmor viguesas, y a otras muchas sopranos de una extensa lista que continuará ampliándose en futuras temporadas para las que esta obra maestra del arte lírico seguirá siendo un título de obligada e inevitable referencia.

*Profesor del Conservatorio Superior de Vigo y pianista en la ópera Lucia di Lammermoor que llega hoy en el Teatro Afundación.